Mientras Capriles se consolida como el líder indiscutible de la oposición, es decir de la mitad del país, Maduro no se puede dar el lujo de enemistarse con Diosdado, Ramírez, Jaua, la familia Chávez, ni con uno sólo de los factores que lo siguen. Si insiste en imponer la locura económica y política que se ha dado en llamar “Socialismo del Siglo XXI”, se terminará de hundir por el agravamiento de la escasez, el desabastecimiento, la improductividad, las fallas en los servicios públicos, la ineficiencia y la incapacidad de funcionarios hipermediocres, sin capacidad gerencial ni política.
Si se empeña en establecer esa quimera o mamotreto llamado “Estado Comunal” en vez de atacar con eficacia la ya incontrolable inseguridad, y someter a la delincuencia que se afinca en acosar a las familias más humildes en los barrios populares, y que alcanza ribetes de espectacularidad cuando las víctimas son personajes famosos o diplomáticos, y sobre todo jóvenes, no quisiera estar en el pellejo de Maduro.
Maduro no tiene ni la perspicacia ni la inteligencia de Deng Xiao Ping, quien supo corregir los enormes errores de Mao Tse Tung y llevar a China a convertirse en una colosal potencia económica por sobre Rusia y la Unión Europea, con capacidad de tratarse de tu a tu con los mismísimos Estados Unidos de América. No, Maduro no tiene esa personalidad, es y seguirá siendo un oscuro segundón, un títere del castro-comunismo. Una nulidad engreída y prepotente, incapaz de identificar el inmenso ridículo en que incurre a cada rato.
Sería bueno que se preguntara cuantos votos perdió por el inescrupuloso uso que hizo de los despojos del difunto mandatario, cuántos votos más le restó la cursilería ramplona y su incapacidad para desprenderse de la mentira y de esa imagen de brutalidad e ignorancia.
Si en menos de un mes perdió la ventaja de veinte puntos que le adjudicaban los encuestadores tarifados ¿Cuántos puntos seguirá perdiendo con sus erráticas decisiones y sus actitudes equivocadas? Venezuela se caracteriza por etapas de alcahuetería con sus gobernantes, a quienes puede perdonarle todo para luego entrar en cambios radicales, rayanos en la intolerancia absoluta en los que no les perdona nada. Sobran los ejemplos.
Maduro carece del carisma encantador de serpientes que tuvo el difunto. Si mantiene su actitud y comportamiento errático, sin empatía con la gente y si su gobierno continúa sometiendo al pueblo a sufrir las carencias y humillaciones que viene sufriendo su futuro político es incierto. Puede pasar cualquier cosa. En Venezuela la lucha continúa.
Jorge Ramírez Fernández / @jorgeramfer