Ficha Técnica
Escritor, premio Nobel de Literatura 2010, político.
El premio Nobel de la literatura, Mario Vargas Llosa, no titubea cuando se le pregunta cómo titularía un libro sobre Venezuela. “Al borde del abismo”, dice inmediatamente. Sin embargo, la esperanza siempre prevalece, como ocurre en sus obras. En La guerra del fin del mundo, el periodista miope –uno de los personajes principales– expresa: “Justamente, cuando empezó a deshacerse el mundo y fue el apogeo del horror, yo, aunque le parezca mentira, empecé a ser feliz”.
¿Puede un país en medio de una crisis, “al borde del abismo”, recuperarse y encontrar esa felicidad? “La única manera de que Venezuela supere esta crisis es que enmiende una política económica que conduce irremediablemente al fracaso y a la violencia”, opina el escritor. Aunque se confiesa escéptico, le da el beneficio de la duda al diálogo entre el gobierno y la oposición, como única forma de evitar el incremento de la violencia. Opina que “hay que presionar para que el régimen haga las concesiones necesarias”.
-Usted ha dicho que el régimen venezolano se acerca a una dictadura. ¿Qué hace falta para que un régimen cruce la línea entre una democracia y una dictadura?
-Creo que hay dictaduras y dictaduras, hay dictaduras totales que tienen control absoluto de toda la vida política, cultural, social, económica y hay regímenes que van camino a ese sistema, pero que no han llegado todavía. Mi impresión es que Venezuela ha dejado de ser una democracia, el régimen se ha ido endureciendo cada vez más y ha ido reduciendo el espacio que le permitía a la oposición manifestarte, sobre todo a través de los medios audiovisuales y la prensa. Aunque aún existe una prensa de oposición, vive en condiciones sumamente difíciles y es constantemente acosada. La oposición se manifiesta con gran coraje y con mucho riesgo y tal vez eso es lo que ha permitido que ese proceso de autoritarismo creciente se haya frenado. No se puede hablar de Venezuela como una democracia porque es un régimen en el que claramente la vocación autoritaria es más fuerte que las convicciones democráticas.
-Las acciones de los gobiernos para limitar la libertad de expresión, como la compra de medios o las limitaciones en la entrega del papel, ¿son característica de las dictaduras?
-En lugar de proceder simple y puramente a la usura y la nacionalización de todos los medios, en Venezuela se ha seguido un proceso que ha sido, por desgracia, bastante frecuente en América Latina: utilizar distintas mañas, distintos ardides, para ir intimidando a la prensa de oposición y por otra, para ir reduciendo su difusión mediante distintas medidas judiciales, policiales, económicas, mediante las supuestas ventas de las empresas que acaban reducidas a la supervivencia, o a punto de la quiebra por el acoso. La falta de papel, en el caso de los periódicos, que también es un recurso tradicional de los sistemas autoritarios de América Latina para acosar a la oposición y dejarla sin expresión. Lo que es admirable más bien es el coraje de los venezolanos y de una oposición que no se ha dejado intimidar que permite que haya espacios para ejercer la crítica.
-¿Qué imagen le ha impresionado de los últimos dos meses de protestas?
-Creo que, con la mayor objetividad, lo que se ha visto es clarísimamente cómo una oposición, no sólo porque se haya unido, sino sobretodo por la gravedad de la crisis económica y política, ha crecido de una manera manifiesta y hoy seguramente representa una mayoría de la población, en tanto que el régimen, en la medida en que su política económica era catastrófica, que había traído una crisis sin precedentes, había ido perdiendo el apoyo que alguna vez fue mayoritario. La violencia de los últimos tiempos es el resultado justamente de esa transformación, de una oposición que ha sido durante unos años minoritaria y de pronto ha pasado a ser mayoritaria con un régimen que se siente más acorralado y manifiesta con actitudes e iniciativas, una beligerancia creciendo. Al mismo tiempo hay una enorme preocupación con la crisis institucional, económica, política y una violencia que está tomando unas proporciones que son muy preocupantes.
-¿Cree que el diálogo entre el gobierno y una parte de la oposición es un primer paso para salir de la crisis que vive Venezuela?
-Creo que todos quisiéramos que esta crisis se resolviera de una manera pacífica, pero tengo muchas dudas de que el régimen que ha avanzado tanto en la socialización, en la captura prácticamente de todas las instituciones públicas y buena parte de las privadas, esté dispuesto a hacer las concesiones necesarias para que haya una coexistencia pacífica. Desde luego que lo deseo y ojala tenga ese resultado, pero hay razones para ser bastante escéptico.
-¿Qué pasa si el diálogo no rinde sus frutos?
-Si no rinde sus frutos me temo que la violencia continué y que a medida que se sienta más debilitado y más impopular, el régimen recurra más a la violencia. Los venezolanos ya han tenido demasiada violencia y están sufriendo demasiados quebrantos como para que eso continúe. Hay que presionar para que el régimen haga las concesiones necesarias, de tal manera que pueda haber una coexistencia pacífica en Venezuela, que es lo único que puede traer una recuperación a un país que está en una caída libre desde el punto de vista económico hasta extremos verdaderamente preocupantes.
-Hay quienes consideran, en la oposición, que la ruta es la protesta en la calle. Que mientras haya presos políticos, represión y grupos paramilitares, no puede haber diálogo. ¿Qué opina?
-Creo que en la oposición venezolana, que es democrática, tiene que haber puntos de vista distintos, y eso lo natural, lo normal. No es lo corriente en una sociedad democrática que haya una absoluta unanimidad de pareceres. No lo veo como una rivalidad sino como actitudes complementaria, en tanto que unos mantienen una resistencia más enérgica, otros están dispuestos, en aras de la paz, a hacer ciertas concesiones y tratar de sacar adelante ese diálogo, pues está bien, eso Solo demuestra que la oposición es democrática y tiene coherencia y solidaridad, con Matices diferentes. Eso es lo normal, la cosa absolutamente unilateral, opiniones únicas, sólo existe en la dictadura.
-¿Qué papel han jugado y deben jugar los estudiantes? ¿Darle oportunidad al diálogo o mantenerse en las calles?
-Creo que han jugado un papel que es muy tradicional en América Latina. En la juventud, el idealismo, el coraje, el enfrentarse a la fuerza, son cosas que han caracterizado a los jóvenes. Para mí, lo que es muy conmovedor es que es una movilización en favor de la libertad, la legalidad, la democracia. Más bien luchan contra posiciones ideológicas, intransigentes, intolerantes. Creo que la movilización de los estudiantes venezolanos es algo extraordinariamente positivo para el futuro.
– Los jóvenes insisten en mantener la calle, ¿cree que es su espacio natural de lucha?
– Estoy lejos de Venezuela. No puedo juzgar el día a día. Lo que veo es una lucha muy heroica, de gran valentía, muy desproporcionada y que sin embargo dura a pesar de la durísima represión. Hay claramente un coraje, una voluntad de resistencia extraordinaria y los ideales son clarísimamente democráticos. Por eso hay una simpatía y solidaridad tan grande con los estudiantes que han sido la punta de lanza de la resistencia democrática ante un poder que cada vez más se inclina por el autoritarismo.
-¿Considera que ha habido suficiente rechazo internacional a la represión en Venezuela?
-Creo que hay una responsabilidad muy grande de los países democráticos latinoamericanos que no han intervenido como debieran haberlo hecho, de una manera más resuelta y decidida. Han mantenido una neutralidad que se parece mucho a la complicidad. Es lamentable que regímenes que son democráticos debieran actuar en consecuencia y manifestarse en favor de la fuerza democrática y no mantener una neutralidad que creo que es oportunista y una manifestación de cobardía.
-¿Cómo valora el silencio de países que han vivido dictaduras, como Brasil, Argentina y Chile, ante la situación de Venezuela?
-Precisamente por eso es que es verdaderamente lamentable esa actitud. No es sorprendente porque tradicionalmente los gobiernos democráticos de América Latina han tenido muy poca consecuencia en su política internacional. Una de las excepciones fue el gobierno de Rómulo Betancourt en Venezuela, que lanzó una iniciativa que por desgracia, mediocridad y cobardía de los gobiernos latinoamericanos no fue seguida. Era la de la de la ruptura, tanto política como económica con los países que caían en una dictadura y una actitud de acoso sistemático a esas dictaduras en defensa de la recuperación de la democracia. Esa magnífica iniciativa de Betancourt debieron hacerla suya los países latinoamericanos democráticos y así hubiéramos padecido menos dictaduras. Ojala esa iniciativa resucite y se convierta en una práctica habitual para impedir que las dictaduras sigan reapareciendo en América Latina.
-A un año de la muerte de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro en el poder, ¿cómo evalúa al chavismo como movimiento político?
-Creo que se ha debilitado enormemente. La crisis muestra que el futuro ideológico del régimen se ha visto muy desacreditado por los hechos. Fíjese la situación económica de Venezuela que es verdaderamente crítica. En un país que es uno de los potencialmente más prósperos de América Latina y del mundo, no es posible que haya una carestía, un desabastecimiento, una inflación que es una de las más altas del mundo; que la violencia callejera, la delincuencia, hayan convertido a Venezuela en uno de los más peligrosos del mundo. Hay una situación que es verdaderamente critica en lo económico y eso claramente desvirtúa, desacredita profundamente la ideología que ha conducido al país a una situación tan crítica. Por eso ha crecido la oposición.
-Ha dicho que Venezuela vive inmersa en un desastre. ¿Ese desastre tiene salida a corto plazo? ¿Requiere de un gobierno de transición?
-Creo que en el corto plazo la única salida posible es una enmienda y corrección de la política que es tan absolutamente antimoderna, anacrónica, con un intervencionismo feroz del Estado en la vida económica, el acoso insensato a la empresa privada, a la propiedad privada. La práctica de esa regimentación de cierto estatista del proceso económico que solo conduce a la catástrofe. ¿Por qué cayó la Unión Soviética? ¿Por qué China se ha convertido en una país capitalista, autoritario, pero capitalista? No hay un solo caso de regímenes colectivistas y estatistas de ese socialismo radical que no fracasen. Ahí está el caso de Cuba que vive gracias a Venezuela. Precisamente, la única manera de que Venezuela supere esa crisis es que enmiende una política económica que conduce irremediablemente al fracaso y a la violencia.
-¿Cómo titularía un libro sobre Venezuela en este momento?
-Al borde del abismo.
[Fuente: el-nacional.com]