Tratando de encontrar una excusa para justificar la irresponsabilidad de no haber redactado un ensayo sobre la Guerra Civil que debía entregar a primera hora del lunes, Federicka Fuller, una estudiante de secundaria de Florida; le pidió consejo a una compañera de clases que le dijo que el argumento del perro que se había comido la tarea era famoso por su efectividad.
Cuando el profesor de historia, Tomas Garfield, le pidió a sus alumnos que colocaran el texto sobre su escritorio; la audaz Federicka se levantó de su asiento y frente a todos sus compañeros dijo:
“Profesor, pasé todo el fin de semana redactando mi ensayo sobre la Guerra Civil pero, como muchos de mis compañeros saben, estoy al cuidado de Hércules, el perro bóxer de mi mamá; y como estuve tantas horas concentrada en esta asignación olvidé ponerle comida. Debe haber sido durante la noche, y a manera de reclamo, cuando se comió las 26 páginas de mi trabajo. Por eso no puedo entregarlo hoy”.
Garfield guardó silencio. Segundos después puso un gesto preocupado y le preguntó a la joven: “¿Y cómo está el pobre Hércules? Hasta donde tengo entendido el aparato digestivo de los perros les permite digerir varios tipos de alimentos como carne, cereales, verduras y frutas ¡Si ha comido tanto papel debe haberse enfermado!”
Sin saber qué responder, la nerviosa Federicka comenzó a balbucear ideas sueltas: “Tiene razón profesor, así nos enseñaron en la clase de biología. El perro está muy mal. Mi mamá ha tenido que llevarlo al veterinario y lo han dejado hospitalizado por cinco días, creo que lo van a operar porque tiene una infección en el estómago”.
Frente a un salón entero de jovencitos que estaban a punto de estallar en risas, el docente respondió: “Aunque pensándolo bien, el papel está hecho de pulpa de celulosa, que se hace a partir de una pasta de fibras vegetales ¡Así habrá estado de malo ese ensayo que el pobre Hércules se enfermó! Estás reprobada”.