Luego de los resultados obtenidos en las recientes mediciones electorales, pese a los reveses en la pérdida de algunas gobernaciones opositoras, es oportuno señalar que se afianzó el liderazgo nacional de la oposición.
El gobierno tenía tres objetivos en estas elecciones. Tres hombres que representaban una amenaza al liderazgo nacional de Chávez y su posible sucesor.
Tres gestiones que ponían en tela de juicio la efectividad del líder rojo y su ineficiente gobierno. Las gobernaciones de Lara, Miranda y Zulia se convirtieron en el centro de toda la afluencia oficialista para intentar vencer a sus líderes.
Henry Falcón, Henrique Capriles y Pablo Pérez eran las mayores sombras o amenazas para Chávez y su eventual sucesor en los años venideros.
El liderazgo se sembraría porque reelegiría a tres gobernadores que enfrentaron de lleno al centralismo, al socialismo y la hegemonía comunicacional que se impone en todo el país.
La supervivencia de ellos, siendo reelectos, significaría la confirmación de un liderazgo alternativo fuerte y totalmente posible, más allá del chavismo. Una posibilidad “imposible” para quienes creían que no podían existir líderes luego de Chávez.
Lamentablemente, para Pablo Pérez, su nave se quedó sin combustible y a pesar de que mostró entusiasmo y fortaleza para continuar en esta lucha, su nombre se irá junto al viento que hoy apenas recuerda a Manuel Rosales.
Una de las habilidades de Chávez consiste en destruir el liderazgo opositor, ya sea por desgaste o por descrédito, algo que había hecho muy bien, hasta ahora.
Lo cierto es que nunca había tenido amenazas reales como la que ocurrió el 7 de octubre, una señal inequívoca de que su liderazgo ya no era tan sólido y fuerte como antes y que se hacía necesario, hoy más que nunca, quitar de su camino a esos tres liderazgos que amenazaban su futuro.
Pero en las elecciones regionales el oficialismo no obtuvo los resultados deseados y a pesar de que Pablo Pérez quedó fuera del “juego” político, el liderazgo de Henry Falcón y Henrique Capriles se fortaleció y ahora la amenaza de un líder alternativo se duplicó. Falcón y Capriles aumentaron las posibilidades de éxito de la oposición y prendieron las alarmas del oficialismo para con sus decisiones a futuro.
La fuerza de los partidos nuevamente quedó relegada, las “maquinarias” partidistas demostraron que no lo son y que el empuje de los líderes políticos únicos fue lo que hizo que la gente asistiera a las urnas en las presidenciales, pero no en las regionales.
Es algo que los partidos deben entender para empezar a construir o formar líderes dentro de sus filas, si quieren seguir existiendo. El partido Un Nuevo Tiempo, sufre hoy lo que le pasó a Proyecto Venezuela y antes a Convergencia, el no multiplicar su liderazgo, terminó apagando la luz del partido. Lo mismo le sucederá al Psuv, de no trascender más allá de su único líder Chávez.
Por otro lado, el camino pareciera ensombrecerse en la mayoría de los estados del país. El 16 de diciembre, quedaron sepultadas las intenciones de un viejo liderazgo regional, pero nacieron las posibilidades de tener líderes emergentes locales en las próximas elecciones de mayo y así afianzar liderazgos regionales desde sus diferentes alcaldías.
Sin duda alguna, la nueva batalla se dará en las elecciones municipales y resulta necesario que los liderazgos opositores locales entiendan no sólo que deben salir a pelear por esos espacios locales sino que también deben saber que esos espacios serán la plataforma para convertirse en líderes regionales.
Por Noel Valderrama / @NoelValderrama