Esta historia llegó a la redacción de LeaNoticias.com y luego de leerla tomamos la decisión de que era necesario compartirla con todos ustedes por la lección de vida y amor tan grande que la envuelve, se la dejamos a continuación:
En la década de los 70s, cuando aún la medicina moderna estaba en pañales, se presentó un caso muy particular en un hospital del centro de los Estados Unidos. Allí se encontraba una niña de ocho años de edad, a quien llamaremos Cindy, que tenía una muy rara enfermedad que estaba acabando rápidamente con su vida.
A los doctores se les ocurrió que la última esperanza que tenía la niña de salvarse era mediante una transfusión directa de sangre de su hermanito menor, de tan sólo cinco años. El niño, de una forma que los doctores no lograron explicar, había sobrevivido al mismo padecimiento, al haber desarrollado su organismo los anticuerpos necesarios para combatir ese mal.
El doctor le explicó al joven Mike la situación y le preguntó si podía dar su sangre a su hermana para intentar salvarla. El niño dudó por un momento, hasta que, luego de dar un gran suspiro, dijo: “Está bien, le daré mi sangre si con eso salvamos su vida”.
A medida que se llevaba a cabo la transfusión, el Mike estaba acostado al lado de su hermana con una sonrisa plasmada en su rostro, viendo como Cindy comenzaba a recuperar el color de su piel poco a poco.
De repente el niño se puso pálido, se borró la sonrisa que alumbraba su cara y miró al doctor con miedo mientras le preguntaba: “¿En este momento comenzaré a morir»?”.
Debido a su corta edad, el niño entendió mal al doctor y en su mente tenía la idea que debía darle toda su sangre a la hermana para poder salvarla…. Así y todo, estaba dispuesto a hacerlo.