Una erupción volcánica submarina, así apareció la vida en la Tierra

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TONGA-VOLCANO

Un equipo de científicos ha logrado detectar y documentar por vez primera todo el ciclo de la erupción de volcán submarino, el Axial Seamount, a unos 400 kilómetros de la costa de Oregón, que ya había sido pronosticada desde hace cinco años y que, también por primera vez, ha cumplido con las fechas previstas.

La investigación, según los expertos, es de gran importancia para controlar las reacciones químicas que se dan en las profundidades cuando un volcán entra en erupción, dando lugar a formas de vida nuevas. El origen de los primeros organismos terrestres en estas circunstancias es una de las hipótesis que manejan los científicos, junto con la llegada de elementos biológicos del espacio en los meteoritos.

De momento, lo que si se ha probado es que la actividad volcánica bajo el mar permite la proliferación de seres vivos capaces de vivir en condiciones extremas (los extremófilos). Son lugares con altas temperaturas, falta de oxígeno y de luz del Sol, pero hay mucho metano o ácido sulfhídrico (SH2), razones por las cuales se pensaba que eran parajes desérticos.

"Observar en directo una de estas erupciones es muy interesante para la ciencia porque nos dan pistas sobre el origen de la vida", apunta Jesús Martínez-Frías, investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA). El experto español ha trabajado en el Barranco El Jaroso (Almería) un sistema hidrotermal fosilizado donde se hay jarosita, un mineral que en 2004 fue encontrado en Marte y que indica que en Planeta Rojo hubo en el pasado ríos en ese planeta.

En esta ocasión, los responsables del seguimiento de la erupción submarina han sido Bill Chadwick, geólogo de la Universidad de Oregón, y Scott Nooner, de Columbia, que llevan una década supervisando esta montaña submarina y que ya en 2006 adelantaron que entraría en erupción antes del 2014.

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Para su cálculo, se basaron en medidas de la presión en el lecho marino que detectaban que Axial Seamount se estaba inflando. "Es difícil prever una erupción volcánica en tierra, pero aún más lo es en los océanos. Es emocionante haber acertado en la predicción", afirma Chadwick, que dirigió recientemente la expedición en la que se hizo la comprobación.

Para medir la presión, Chadwick y sus colegas usaron los sensores que se utilizan para detectar tsunamis en el océano profundo y que permiten controlar los movimientos verticales del fondo de la caldera. Fue así como vieron que el volcán se inflaba lentamente unos 15 centímetros al año. Lo estaba levantando el magma a medida que se acumulaba bajo su cumbre. Finalmente, la erupción se produjo el 6 de abril de este año, según han podido determinar a posteriori.

Cuando este volcán entró en acción en 1998, el fondo de su caldera se desplomó más de tres metros, a medida que el magma salía a la superficie. Visto lo ocurrido, los investigadores auguraron que el volcán volvería a entrar en acción cuando se inflara de nuevo hasta ese mismo nivel. "Hemos podido probar que el Axial Seamount se comporta de una forma más fiable que otros volcanes terrestres, que tienen un comportamiento más complejo y variable. Probablemente esto se debe tanto a su situación, como al fuerte fuente de magma que se junta bajo su fina corteza", indica Scott Nooner.
Expedición oceanográfica

La nueva erupción, la primera que se ha supervisado en todo su ciclo, se descubrió el 28 de julio, unos meses después de que se iniciara, en la expedición dirigida por Chadwick a bordo de un barco oceanográfico. Con un vehículo robótico teledirigido, observaron un flujo de lava que no estaba hace un año. "Al principio pensamos que era el lugar erróneo, pero al comprobar que era una erupción, nos emocionamos mucho", reconoce Chadwick, quien apunta que podría ser tres veces más grande que la tuvo lugar hace 13 años.

En este tipo de fenómenos geológicos, una gran cantidad de calor sale del fondo marino, cambiando las reacciones químicas y destruyendo comunidades biológicas que habitan en las chimeneas. Hay especies, de hecho, que sólo se encuentran en el momento en el que se producen las erupciones, por lo que es una gran oportunidad para estudiarlas.

El brazo robótico apuntó primero hacia esas ‘chimeneas negras’, donde hay sulfuros y óxidos a grandes temperaturas, lejos de los ríos de lava. "Los puntos calientes del lado oeste no tenían grandes cambios, aunque el agua que había dentro de la caldera estaba más oscura de lo normal, lo que indicaba que algo estaba sucediendo. Los efectos de la erupción todavía se notaban claramente. De hecho, grandes volúmenes de una materia fangosa, asociada a flujos de lava, pueden seguir saliendo durante meses e incluso un año.

Durante este tiempo, se examinarán las reaciones químicas en la chimenea y, con la bióloga Julia Huber, analizarán el ADN y el ARN de los microbios que recojan en las muestras.

Gracias al método tecnológico desarrollado en este proyecto, se podrá comprender mejor la actividad de los volcanes submarinos, y evitar así posibles riesgos. Además, los instrumentos colocados en el lecho marino detectaron pequeños seísmos durante la erupción. que hundió dos metros el fondo de la caldera. "Con los datos recogidos vamos a intentar pronosticar con éxito el siguiente fenómeno", ha señalado Chadwick, quien cree que la técnica también podría servir para predecir erupciones terrestres.

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[Rosa M. Tristán – El Mundo]

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