En Venezuela hasta los más radicales del oficialismo están claros, muy claros que hay una crisis y en su mayoría dudan que el gobierno de Maduro sea capaz de resolverla. Eso lo señalan claramente todas las encuestas, inclusive hasta lasque ellos pagan. Hay una dura verdad que se siente en la calle. Se palpa en las colas. Se escucha en las conversaciones del pueblo. Se percibe en el inmenso malestar colectivo. Pero hay dos realidades.
Dos realidades distintas. La primera es la realidad verdadera. Esa que pocos cuestionan y que sufren todos los venezolanos. Y la segunda es la realidad virtual, la realidad de la propaganda y del discurso engañoso que el gobierno trata de vender como la única. Son dos formas de abordar el mismo problema de fondo, aunque en las formas cambie. Una es tangible, la otra sólo está presente en los mensajes del aparato de mentiras oficiales y que usa los mismos argumentos de siempre, que buscan endosar a otros lo que es responsabilidad única y exclusivamente del gobierno.
Comencemos con la del gobierno. El ejecutivo insiste que no hay escasez, ni inflación, sino que todo es obra de una compleja guerra económica con una coordinación tan, pero tan perfecta, que sería digna de estudio en los cursos de alta estrategia militar en cualquier academia castrense en el mundo.
Primero acusan a los empresarios. Esos supuestos “insensatos” que, según el mensaje oficial, prefieren esconder las mercancías y no sacarlas a la venta. Esos que aumentan los precios de forma exorbitante, a pesar que el gobierno los ha llenado de dólares baratos para comprar. Puras mentiras ¿De qué vive el empresario o comerciante? De producir y vender.
Luego, en el caso del Zulia, alegan que las largas colas que se observan en grandes, medianos y pequeños comercios son la obra exclusiva de los bachaqueros. Insisten que los bachaqueros son los únicos responsables de la escasez y que además son los que cercan los comercios para llevarse todo lo que puedan para luego contrabandearlos o venderlos en los mercados informales.
Ante tales afirmaciones yo me pregunto, si los bachaqueros son los responsables totales ¿Qué pasó con el pomposo sistema biométrico que fue vendido como la panacea total? ¿Por qué permiten que en los mercados de la ciudad, como Las Pulgas, se venda de todo a precios inalcanzables para el ciudadano? ¿Dónde está la victoria total alcanzada en la dura batalla contra el contrabando? Todo eso es parte del show.
También quieren vender la excusa que cualquier percance o incidente que se suscite en una cola, es culpa de los violentos que la oposición venezolana sembró en esas concentraciones de personas para que elevaran las tensiones y promovieran alzamientos.
O sea que según el gobierno aquí no hay molestia colectiva, sino que la gente se aglomera en las colas como una novedosa e inclusiva forma de dinámica social y van a disfrutar de largas horas a pleno sol. Como se ve que ninguno de los voceros gubernamentales ha visitado una cola sin escoltas y sin preparación alguna.
La verdadera realidad es muy dura. No ponemos en duda que una parte importante de quienes hacen las colas, en el caso del Zulia, son bachaqueros. Pero la gran mayoría son consumidores normales que buscan el desaparecido papel sanitario, los galácticos pañales, la ausente leche y todos los demás productos que no se producen en Venezuela y que tampoco serán importados masivamente, porque no hay dinero.
Lo que ocurre en cualquier cola para comprar alimentos en el país, es digno de amplios estudios sociológicos y hasta económicos, para indagar los cambios en los hábitos de consumo, de interacción social, la pérdida de fe en el gobierno y de esperanza en el país y cómo se fue por un foso la calidad de vida de los venezolanos.
La realidad verdadera está golpeando al gobierno. Tanto esfuerzo que hicieron para blindar a Caracas ante la escasez y es una de las zonas del país donde el desabastecimiento es más agudo. Da tristeza ver en que han convertido al país. Da pena ajena ver cómo han deteriorado la vida de los venezolanos.
El país necesita un cambio urgente, antes que las secuelas de la crisis se sientan en la calle bajo la figura del caos. Al país democrático le quedan espacios para actuar. Al gobierno se le acabó el tiempo, no tienen dinero, el carisma se les esfumó y la creatividad nunca la han tenido para hacer el bien y construir.
Venezuela se hunde ¿Quieres dejar que eso ocurra?
Por Pablo Pérez