Uber, la aplicación que irrita a los taxistas

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La aplicación Uber que ha puesto en pie de guerra el sector del taxi permite al usuario detectar a los conductores anónimos que se ofrecen en su zona para trasladarle en su coche particular a cambio de un precio previamente establecido. Barcelona, Madrid y otras ciudades  europeas viven hoy huelgas de taxistas para protestar contra esta aplicación y otras parecidas, que están causando importantes problemas en el tráfico.

taxi uber

«Son taxis pirata«, afirma Luis Berbel, presidente del Sindicat del Taxi de Catalunya (STAC). «Es transporte de viajeros pero sin licencia ni autorización administrativa y sin vehículos homologados», añade. «No podemos permitir este tipo servicios, es como abrir un bar o una tienda sin permisos».

Y es que compartir el vehículo en desplazamientos urbanos nunca ha sido tan sencillo como ahora gracias a las diferentes propuestas que comunican a conductores y viajeros a través de Internet, especialmente la de Uber, pero también otras orientadas a compartir gastos como Blablacar.

En los últimos años, la red ha tenido un impacto inesperado y profundo en numerosos sectores económicos, en beneficio del consumidor general y a la vez en perjuicio de las formas tradicionales de negocio: el transporte regulado de pasajeros, tanto urbano como interurbano, no es más que otra muesca en su revólver digital.

Los responsables de Uber en España se han esforzado en defenderse de las acusaciones, esgrimiendo que se limitan a facilitar el contacto entre particulares y que no son una empresa de transportes.

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En el caso de Uber, cada conductor aporta una serie de datos personales y el tipo de vehículo que posee, para que el usuario escoja el que más le guste y luego pague con su dispositivo electrónico a través de una tarjeta asociada a su cuenta de Uber o bien de Paypal, una de las aplicaciones financieras más populares en la red.

Las tarifas dependen de la ciudad, con una base mínima a la que se añaden pequeñas cantidades por minuto y por kilómetro hasta el destino final: Uber se queda con una comisión de un 20 %.

Esta especie de taxi a la carta se mueve, según fuentes del sector, en un «limbo legal» por falta de regulación pero está «haciendo daño» al tradicional servicio de taxi.

Desde la web Consumo Colaborativo, referencia en el ámbito, ven normal que haya estas tensiones porque son opciones innovadoras que afectan a sectores tradicionales. Del mismo modo que internet revolucionó el mundo de la música y de los medios de comunicación. La expansión imparable de Uber «está convirtiendo el sector del taxi en la siguiente industria en sufrir el impacto de la disrupción» tecnológica, opina en su blog el experto en tecnologías de la información y profesor en la IE Bussiness School, Enrique Dans.
Albert Cañigueral, fundador de la página, defiende que la regulación es necesaria, pero sin prohibir la actividad. Interesa estudiar el marco legal, la regulación, entendida como establecer un marco de funcionamiento». También en contra de la prohibición argumenta Dans, algo que en su opinión resultaría «imposible o abusivo»: «Lo único que se puede plantear para el sector del taxi es intentar ir eliminando algunas de las restricciones y regulaciones absurdas que lo aquejan e intentar competir en base a un mejor servicio», considera.
“Ninguna empresa ha creado su empresa en contra de nadie ni de nada.  La gente quiere nuevas formas de hacer las cosas, más eficientes, más ecológicas, más sociales… Estas empresas ponen retos en la economía tradicional», expone Cañigueral. «Hay un camino de transición, hay nuevas formas de hacer las cosas para ir evolucionando. Y no somos excluyentes, ofrecemos otras opciones. El tren y el autobús no desaparecerán porque exista, por ejemplo, BlaBlaCar«, añade Cañigueral haciendo referencia a la plataforma para compartir gastos de viaje, contra la que la patronal de autobuses Fenebús ha interpuesto una demanda.
Desde Blablacar toman distancia respecto a la polémica que ha generado el despliegue de Uber. Su modelo es diferente y, según recalcan, cumple estrictamente la ley. El servicio se diseñó para que los conductores puedan cubrir los gastos que supone un trayecto compartiendo viaje con otras personas interesadas en realizar la misma ruta y no para que reciban un beneficio extra.

«Los usuarios no pueden lucrarse por el hecho de compartir el coche, esto es muy importante para nosotros”, expone el Country Manager de BlaBlaCar para España, Vincent Rosso. Para controlarlo disponen de herramientas dentro de la plataforma y de personal dedicado a ellos: “Más del 35% de nuestros empleados está pendiente de la redacción de contenidos y del cumplimiento de esta regla”.

Cabify lleva más de dos años ofreciendo en España servicios de transporte en coches de gama alta con chófer desde 10 euros por trayecto. Sin bajada de bandera y permitiendo conocer de antemano el precio, también incomodaron al gremio de taxistas con su llegada a Madrid. A diferencia de Uber, Cabify encuentra acomodo en la regulación vigente.
Los vehículos operan con licencias VTC que autorizan para el alquiler de vehículos con conductor y que otorgan las comunidades autónomas, aunque están limitadas a un máximo de una cada treinta taxis. Por ello desde la empresa tampoco están a gusto con la legislación actual. «La regulación existente no beneficia al usuario y limita nuestra posibilidad de crecimiento», lamenta el director de márketing de Cabify, David Nuñez.

Retomando el caso de la aplicación Uber, Cañigueral reconoce que los taxistas tienen razón a la hora de hablar de competencia desleal pero apunta que la cuestión que se debe plantear es si estas licencias tienen razón de ser o no.
En este punto, Berbel alerta de que allí donde se han liberalizado los servicios en busca de mejores tarifas o mejor servicio los resultado han sido los contrarios y «han tenido que retroceder». Y además problemas de inseguridad para el usuario, argumenta que habría más sobreexplotación en un sector, el del taxi, que ya está «sobresaturado» en la ciudad, que cuenta con un parque de más de 10.400 vehículos.

El Ministerio de Fomento recordó anteayer que las personas y empresas que transporten viajeros por cuenta ajena a cambio de una retribución económica necesitan contar con la autorización de la Administración, una exigencia contemplada en la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres (LOTT). Fomento señaló que los servicios de inspección del transporte terrestre velarán por el cumplimiento de la legislación, que establece que quienes realicen dichos servicios sin autorización incurrirán en una infracción muy grave sancionable con multas de entre 4.001 y 6.000 euros, que podrían aumentar hasta 18.000 en caso de reiteración.

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Sin embargo, horas después, Fomento aclaró que lo usuarios de plataformas como Blablacar o Uber que se pongan de acuerdo entre sí para realizar algún tipo de servicio de transporte en el ámbito privado no necesitan de una autorización y por lo tanto no serán multados.

La polémica reproduce a la que se ha generado en otros países, como Francia o Bélgica, donde Uber ha desembarcado antes. Desde Bruselas se han anunciado multas de hasta 10.000 euros para los conductores que recojan pasajeros y un tribunal ha solicitado el cese de las actividades de la aplicación en la capital belga. La Vicepresidenta de la Comisión Europea, Neelie Kroees salía al paso calificando la decisión del tribunal de «alocada» y defendiendo la libertad de mercado.

Un invento de aficionados con alto valor

El sistema fue inventado durante el verano de 2010 por dos jóvenes norteamericanos aficionados a la informática, Garrett Camp y Travis Kalanick, y su nombre original era UberCab, pero las protestas del gremio taxista en EEUU obligó a eliminar «Cab» («Taxi», en inglés). «Über» es un prefijo de origen alemán, cuyo significado («por encima de» o «más allá de») es fácil de recordar ya que constituye el comienzo y el estribillo de la primera estrofa del antiguo himno alemán: «Deutschland, Deutschland über alles» («Alemania, Alemania, por encima de todo»).

En inglés, el prefijo pierde la diéresis y se emplea a menudo para nombrar a alguien o a algo que tiene un valor por encima de lo corriente.

Desde luego, Uber posee un valor económico jugoso: según datos de la propia compañía facilitados hace unos días la empresa está valorada en unos 18.000 millones de dólares, algo más de 13.000 millones de euros, y posee inversores tan poderosos como Google o el banco Goldman Sachs.

En la actualidad, su servicio está disponible en ciudades de casi 40 países: a España llegó el pasado mes de abril pero de momento sólo está disponible en Barcelona.

Para integrarse en la peculiar «plantilla» de Uber, basta con tener coche propio con su correspondiente seguro además del carné de conducir en regla, lo que contrasta con las duras pruebas a las que se someten los taxistas profesionales para obtener su licencia.

En los foros de usuarios, éstos defienden el servicio por su rapidez, comodidad y precio e incluso llegan a invocar criterios medioambientales señalando el ahorro generado al compartir vehículo.

Sin embargo, las asociaciones de taxistas califican esta prestación de intrusista y de economía sumergida, recordando que los conductores no pagan impuestos.

Fuente [Lavanguardia.com]

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