El aparato de guerra sucia del oficialismo está en marcha para minimizar y descalificar el triunfo contundente de las fuerzas democráticas del país, que el domingo eligieron a Henrique Capriles Radonski como el candidato que disputará la Presidencia de la República a Hugo Chávez, obsesionado por mantenerse en el poder indefinidamente.
La desesperación del chavismo es comprensible. No se debe menospreciar a un candidato que arranque con un piso de tres millones de votos que a estas alturas deben estar duplicados. Si la tendencia a aumentar los apoyos se mantienen a favor de Capriles, el señor Chávez debería ir preparando las maletas para mudarse del Palacio de Miraflores.
Pero la suerte no está echada. En política dos y dos no son cuatro. El triunfo del domingo no debe engolosinar a los ganadores. El triunfalismo es un enemigo peligroso. A Capriles le queda mucho camino por recorrer a lo largo de los 238 días que faltan para el 7 de octubre. Chávez no es un adversario fácil, es un verdadero animal político, que no tiene escrúpulos a la hora de utilizar los dineros y recursos públicos, que se ha acostumbrado a ganar con ventajismo. Así lo ha demostrado por más de una década.
Capriles debe ahora restañar las heridas que hayan podido quedar por la intensa campaña que desarrollaron en principio seis precandidatos.
La oposición debe insistir en hacerle conocer al país el programa de gobierno que desarrollaran una vez asuman el poder. Hay que tener respuestas inmediatas para el desempleo, la inseguridad, la inflación galopante que pulveriza el bolsillo de los trabajadores, la depuración de las Fuerzas Armadas infiltradas por la inteligencia cubana. Hay que tener claro que encontraran un país devastado económicamente por la incompetencia de quienes hoy nos gobiernan. Tienen el reto de reconstruir a Venezuela.
Hay que triplicar los tres millones para derrotar claramente a Chávez, un triunfo por escasa diferencia lo usaría para poner crear incomodidades y hasta para desconocer la victoria de Capriles. Así es que ¡A trabajar!
Por Alirio Bolívar