Cuando llevamos tiempo en una relación la forma en la que pensamos las cosas puede afectar mucho nuestra manera de reaccionar. Con los años las pequeñas molestias se pueden convertir en razones para tener pleitos grandes y sin sentido si no aprendemos a ser tolerante de las situaciones del otro.
En esta ocasión vamos a hablar de un evento en específico, y de las dos formas que tenemos nosotras de interpretar la situación. Cuando tu pareja llega enojado o de genio a la casa porque tuvo un muy mal día tenemos la opción de pensar: “Él tuvo un mal día” o “Ya llegó de genio otra vez”.
La primera afirmación incita a la tolerancia y toma en cuenta los elementos externos. Si realmente creemos que tuvo un día horrendo en la oficina seremos más pacientes y evitaremos un pleito que no tenía nada que ver con nuestra relación.
La segunda afirmación agrega la conducta de nuestra pareja a una lista de situaciones que no nos gustan de él, provocando que nosotras también nos sintamos inconformes y eliminando cualquier rastro de simpatía que podría evitar una pelea. Pensar que es un comportamiento recurrente nos predispone a ser impacientes.
Las excepciones
Estamos hablando de parejas que pelean de forma ocasional y de pleitos que no van más allá de enojos temporales. Nada justifica que te falten al respeto o te levanten la mano. No hay mal día que permita que tu pareja se sobrepase contigo y llegue a un punto en el que te sientas insegura. Especialmente si ese tipo de comportamientos son muy recurrentes es importante que sepas que la relación puede ser tóxica e incluso peligrosa para ti.
La forma en la que reaccionamos ante una situación puede ser la diferencia entre una relación feliz y duradera o una llena de problemas. Considerar los sentimientos del otro es la mejor manera de llegar a la raíz del problema en lugar de ver sólo los síntomas. Tanto para ti como para tu pareja, ponerse en los zapatos del otro antes de reaccionar les será siempre de gran ayuda.
[Fuente: lapatilla.com]