E Reg Sprigg, geólogo australiano, descubrió en 1946 en el sur de Australia lo que un paleontólogo llamaría una mina de oro. Se trató de un sin fin de huellas y moldes de formas que nunca se habían hallado anteriormente.
Los científicos denominaron a estas formas como «La fauna de Ediacara» ya que estos seres vivos dejaron su impronta en el período Ediacárico, hace aproximadamente 600 millones de años atrás…
«La fauna de Ediacara»
La fauna del Ediacárico resultó ser un verdadero enigma para los biólogos. Al día de hoy ha generado más dudas que certezas (de alguna manera, así funciona la ciencia). Lo que es una realidad es que estos extraños organismos presentaban morfologías de lo más extravagantes. Su tamaño iba desde unos pocos milímetros hasta los metros de longitud, lo cual era impensado para organismos tan antiguos. A grosso modo, poseían forma esponjosa o de disco, estructuras que se pueden observar hoy en día en animales sencillos como las esponjas o las medusas.
Resulta impresionante la preservación de los fósiles de estos antiquísimos habitantes. Aquí no estamos hablando de miles de años hacia atrás, como sería el caso del fósil de un mamut o decenas de millones de años hacia atrás, como sería en el caso de fósiles de dinosaurios. Aquí nos estamos refiriendo a centenas de millones de años en el tiempo, una cifra abrumadora.
Además, al tratarse de organismos de tejido blando, hay que tener en cuenta que estos no dejan rastros fácilmente. Al parecer, el rápido cubrimiento con arena y cenizas sobre los restos de estos organismos favoreció enormemente su preservación. También se les adjudica una gran importancia a la película de microbios que generalmente cubren estos tipos de fósiles, promoviendo su conservación.
Complejos organismos multicelulares
Para comprender mejor a estos misteriosos seres vivos tenemos que dejar un par de cosas en claro. En primer lugar, los organismos del Ediacárico no fueron los primeros seres vivos que existieron. Ni por asomo. Los primeros seres unicelulares surgieron hace miles de millones de años, convirtiendo a estos personajes en unos «bebés de pecho». Por el contrario, resultaron de gran interés a los científicos por su complejidad y su tamaño, dada su temprana aparición.
Por otra parte, si bien coloquialmente se los llama «La fauna del Ediacárico», estos seres primigenios no eran animales, eran organismos multicelulares complejos. Esa complejidad es materia de debate, aunque se sospecha que el grado de organización sería semejante al de las esponjas de hoy en día, donde existen varios grupos celulares con funciones diferenciadas.
Quizás algún lector se precipitó y se preguntó: «¿Así nos veíamos hace millones de años atrás?». Por supuesto que no. Si bien el árbol de la vida converge en un único antepasado en común, lo que está prácticamente comprobado es que la fauna del Ediacárico se extinguió, es decir, no dejaron descendientes que se puedan observar al día de hoy.
Los científicos creen que la principal causa de su desaparición fue la aparición y el posterior desplazamiento por parte de los primeros animales de la historia evolutiva. Recordemos que en el período siguiente al Ediacárico, el período Cámbrico, se originaron la mayoría de los grandes grupos de animales existentes. Seguramente tanto la competencia como la predación causada por estas nuevas formas fueron factores determinantes para la extinción de estos misteriosos habitantes.
Fuente: [ojocientífico.com]