Séptimo Arte: Cinema Paradiso [por @Liamir]

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“¿Allora me lo posso prendera?” es la frase más resonante y recordada de la obra maestra del séptimo arte Cinema Paradiso.

El director italiano Giuseppe Tornatore, muestra en esta cinta de 1988, la sensibilidad del amor en todas sus formas de expresión. En Cinema Paradiso nos tropezamos con la cotidianidad hecha poesía, con lo común como algo extraordinario, grandioso, que se observa desde la óptica más poética y emotiva del ser humano.

Alora me lo posso prendera

La Italia de la postguerra, su tierra, Sicilia, es el escenario que presenta a un indigente que no se cansa de gritar “la piazza e mia” mientras todo sucede en esa plaza que él reclama: la venta ambulante de medias, las reuniones en búsqueda de empleo, los niños correteando y haciendo travesuras, las mujeres lavando sus cabellos y llenando de agua sus garrafas y tobos; pero lo más importante para todos en Giancaldo, el cambio de poster que anuncia un nuevo estreno en el CINEMA PARADISO.

Cada uno de los personajes es más común que el otro, pero no menos interesante, y quizá eso es lo que hace que las películas de Tornatore nos hagan identificarnos con nuestra realidad. En unas pocas calles, en la escuela, en la iglesia, en la casa de Totó, en el cementerio y en el cine sucede todo lo posible, imaginable o no.

En el Cinema Paradiso se presentaban las noticias, las novedades en diferentes ámbitos de la vida, los éxitos cinematográficos del momento. El Cinema era el lugar del sacerdote (que censura las películas), del ganador de la lotería, del tonto del salón de clases, de los bromistas, de la prostituta, del escupidor, del que se duerme, de los adolescentes descubriendo sus deseos, de los enamorados, de los apasionados; del asesino; y cada uno en su momento juega un papel importante en el filme, en sucesos inesperados, que se tornan costumbre dentro de la sala, lógicos en un pueblo en el que el Cinema era la única diversión a finales de los años 40.

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Salvatore joven

La historia transcurre en tres etapas de la vida de Salvatore Di Vita, “Totó” como le decían de niño, personaje interpretado por: Salvatore Cascio (niño), Marco Leonardi (joven) y Jacques Perrin (adulto). Totó es el hijo de una joven viuda de guerra que no se resigna a la idea de que su marido jamás volverá, refugiándose en fotografías que guarda fielmente y en la esperanza que le dan sus dos hijos.

Nos encontramos con el gran Philippe Noiret interpretando a Alfredo, el hombre que opera el aparato en el cine y que entrega su vida en cada una de las películas que proyecta, que permanece días y noches en aquel viejo cuarto lleno de afiches e imágenes de los clásicos del cine más recordados. Frustrado, Alfredo se convierte en el guía, cómplice, padre y amigo de Totó y tras algunas artimañas inocentes pero muy inteligentes, el pequeño termina por convencerlo de que le enseñe el oficio de operador.

A raíz de un acontecimiento lamentable Alfredo no puede seguir operando, lo que da pie a que Totó, a pesar de su corta edad, asuma esta responsabilidad. Pero Alfredo está siempre presente citando diálogos de películas, aconsejando a Salvatore, impulsándolo a que tome otro rumbo, a que no sea como él. Una relación de padre- hijo.

el final con Salvatore adulto

Lo más maravilloso en esta cinta es como se muestra el amor, la declaración más pura de amor de un niño hacia aquello que parecer ser su vida: el cine. Pero el amor también lo vemos en la madre, en Alfredo, en Elena, la rubia hija del banquero rico, de quién Totó se enamora perdidamente en sus años de liceo. Un amor que será eterno.

Percibiremos como la evolución de la comunicación deja atrás al pueblo. El nuevo cine, la máquina de proyección va cambiando, el celuloide se vuelve resistente al fuego, el uso de las cámaras de filmación caseras con la que Totó hace sus primeras películas, la censura que se va perdiendo a medida que pasan los años, los colores, y como el cine se convirtió en la vida de una sociedad nostálgica y aislada luego de la guerra.

30 años más tarde, Salvatore regresa a Giancaldo faltando a un acuerdo, un acuerdo que lo convirtió en quien es ahora, pero el motivo estaba más que justificado. Di Vita, se encuentra con la civilización y el modernismo abriéndose paso entre las huellas del pasado, fundida en las calles intactas de recuerdos, en las anclas oxidadas, en las canas de sus habitantes, en las costumbres, en los recuerdos, en el final de un ciclo.

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Alfredo y Totó

La fotografía impecable, la escenografía simplemente hermosa, los diálogos fascinantes; la adaptación a la época, majestuosa; la simbología presente en cada instante dejando un mensaje, una interpretación; los sentimientos expuestos a flor de piel; la increíble banda sonora a cargo de Ennio Morricone; todo en una sola cinta.

Inevitable el final lleno de nostalgia y reconciliaciones con el pasado, con lo que fue y lo que no pudo ser. En fin, Cinema Paradiso es sin duda una de las piezas del séptimo arte que toda persona debe ver.

Muchas nominaciones, muchos premios que certifican a Cinema Paradiso como un verdadero clásico del cine, y que lo convierten en la cinta que marcó un renacer en la cinematografía italiana. Dos versiones hay de ésta gran película, les recomiendo la versión corta de 123 minutos, es en definitiva la más sutil, la que les narro en esta columna. En mi opinión, la versión larga rompe con el misterio y con lo sublime; aparecen escenas que traspasan los límites de la poesía para situarla en algo más novelístico.

Sin darte más detalles, te invito a disfrutar de esta obra maestra, te invito a conocer el cine a través del cine, te invito a ser parte de quienes hemos tenido la dicha de ver CINEMA PARADISO.

Escena inauguración del nuevo cinema

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