Las conclusiones de la investigación independiente sobre el escándalo de los implantes mamarios de la fabricante francesa PIP, en las que se descartaban sus efectos dañinos para salud, han sido cuestionadas por una buena parte de la comunidad científica. Los últimos en alzar la voz contra los “implantes fraudulentos” han sido los científicos André Menache y Victoria Martindale, en un duro artículo publicado en el Journal of the Royal Society of Medicine. Su mayor preocupación se centra en un producto químico utilizado en la prótesis que supuestamente actúa como un interruptor endocrino, lo que “podría tener graves efectos en las embarazadas porque dificultaría el desarrollo del feto en el útero”.
Menache apunta en las conclusiones que la mayoría de las mujeres que recibieron los implantes mamarios estaban en edad reproductiva por lo que anima a las autoridades públicas a seguir investigando los posibles riesgos de estas prótesis. En el texto los científicos alegaban también que, pese a no conocerse con exactitud toda la composición de las prótesis, sí se sabe que la silicona de base usada para su fabricación era de tipo industrial, además de contener aditivos para carburantes. Según lo publicado por elconfidencial.com.
Un hecho por el que Menache, presidente de una organización europea de defensa de los consumidores, apunta a posibles presiones de la compañía fabricante sobre los autores del estudio para que el informe no dañase sus intereses empresariales. Y es que la compañía Poly Implant Prothèse (PIP), ubicada en el sur de Francia, es la tercera del mundo en volumen de venta de implantes mamarios con una media anual de 100.000 unidades.
Las conclusiones del estudio aparecido en la revista científica de la Royal Society of Medicine han obtenido el apoyo de las principales asociaciones nacionales de cirujanos plásticos. La del Reino Unido, por ejemplo, ya ha solicitado públicamente que se retiren estas prótesis de todas las mujeres que fueron implantadas.
Una vida útil mucho menor
Una de las mayores preocupaciones de los cirujanos son las numerosas preguntas sin respuesta que siguen quedando en el aire respecto a los efectos a largo plazo sobre la salud de las prótesis PIP. Los componentes que se han localizado hasta el momento no son tóxicos, pero la mayoría de cirujanos recomiendan que se retireny, en el caso de rotura, que se extraiga de forma urgente el gel de los tejidos implantados.
El porcentaje de ruptura de estas prótesis oscila entre el 7% y el 12%, por lo que se deberían cambiar en un plazo de tres a cinco años tras su implantación. Unas cifras mucho más elevadas que las de otras marcas del mercado, cuyo porcentaje de ruptura se encuentra entre el 0,5% y el 1%, por lo que su vida útil aumenta de los 20 a los 25 años.
“Todavía se necesita que se realicen muchos más análisis de las prótesis cuando están implantadas para examinar las condiciones de temperatura y su impacto sobre el cuerpo”, explica Rajiv Grover, presidente de la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos, que exige a la compañía responsable “una respuesta más completa a la comunidad médica y, en particular, a los afectados”.
Cuando se rompe la prótesis y el gel se infiltra en el sistema linfático, se desconoce cuál puede ser el efecto sobre el organismo a largo plazo. Sin embargo, sí se ha confirmado que provoca un efecto irritante inmediato cuando entra en contacto con los tejidos. Además, en muchos casos, produce reacciones inflamatorias.