Las realidades que se han vivido en Latinoamérica dejan claro que tras las divisiones y siembras de odio en nuestras sociedades, nos cuesta mucho cerrar las heridas que dejan los regímenes dictatoriales, autocráticos y totalitarios.
Cuando el gobierno de Maduro criminaliza la protesta de los estudiantes de Barquisimeto, presuntamente torturados cuando fueron procesados ante los secuestrados órganos judiciales, nos recuerda el atropello de la dictadura cívico-militar en Argentina contra los jóvenes de educación media en la ciudad de La Plata. Ese caso en especial terminó con el terrible saldo de secuestros y asesinatos en la llamada “Noche de los Lápices”. Nunca más queremos vivir eso en nuestras naciones.
El caso de la detención arbitraria del general Rivero y la golpiza que recibieron los diputados de oposición en la sede de la Asamblea Nacional, nos hace revivir episodios del ayer de Chile y Argentina, entre otras naciones donde se promovió la persecución de dirigentes políticos inicialmente, luego vinieron detenciones, torturas y finalmente desaparecidos ¿A dónde llegaremos en Venezuela?
No podemos negar que en el país la polarización y el odio es extremo, la situación actual nos puede llevar a transitar caminos de terror. El oficialismo exacerba la división, un juego en el que los únicos perdedores somos los venezolanos. Nunca más se puede permitir que los regímenes se crean dueños de la vida y de la muerte.
En Venezuela estamos obligados a detener esa ruta. Aún los argentinos padecen escenarios irreconciliables, luego de vivir una terrible dictadura de juntas militares encabezadas por el comandante del ejército Jorge Videla. En Chile, la integración y conciliación entre las víctimas y victimarios de la dictadura de Augusto Pinochet, marcha a paso de morrocoy, muchos chilenos llevan su calvario con dignidad para hacer viable a su patria.
Tanto Videla (aún vivo) como Pinochet han sido desacreditados y juzgados por múltiples crímenes, ellos dirigieron una lucha fratricida y condujeron a sus pueblos a sufrir terribles vejaciones. Hoy esas sociedades quisieran escuchar que le pidan perdón al pueblo. Sabemos que ese gesto no existirá. A pesar de esos temas pendientes, argentinos y chilenos han ido alejando el sentimiento de venganza por el beneficio nacional.
Esas realidades históricas nos tienen que llevar a todos los venezolanos a fortalecer nuestras convicciones democráticas, a pesar de los conflictos, a pesar de las posiciones encontradas, todos tenemos que unir esfuerzos para producir los consensos necesarios que produzcan la reconciliación en Venezuela.
En la patria de Bolívar cabemos todos, no debe haber lugar para el odio, tampoco para la revancha. Juntos tenemos que construir un país donde nos reconozcamos y podamos convivir ¡Sí podemos dirimir nuestras diferencias en democracia! Abandonemos la cultura del balazo y proyectemos las bondades de la diversidad y la cultura de los derechos humanos.
Por: Felipe Elías Mujica