Protestas en Brasil podrían influir en toda la región y no dan señales de ceder

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A pesar de los anuncios realizados por la presidente Dilma Rousseff, tras varias semanas de haber comenzado, las protestas en Brasil continúan y no dan señales de ceder.

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Alexis Sossa Rojas es sociólogo de la Universidad Arturo Prat de Iquique, Chile, y es un estudioso de los cambios en el mundo contemporáneo. En diálogo con Infobae América, cuenta qué tienen de nuevo y de viejo las movilizaciones de los indignados brasileños, y por qué todo indica que su accionar va a continuar expandiéndose por toda la región. Según informó America.infobae.com

¿Qué puntos de contacto y de disidencia tiene el movimiento de protestas en Brasil con el que protagonizaron los indignados en las principales ciudades europeas?

Los puntos de contacto, a mi juicio, son principalmente que las protestas provienen de movimientos ciudadanos masivos, con muchos matices espontáneos, y con participación de diversos colectivos. Ahora bien, como punto de disidencia tenemos que en Brasil no necesariamente se protesta por una democracia más participativa, sino que más bien las peticiones pasan por temas puntuales como lo son la mejora de servicios de transporte, educación y salud (muchos de los cuales han protagonizado movimientos sociales desde 2006). Además, otra diferencia es que los ojos del mundo están puestos en Brasil por la Copa del Mundo de fútbol del próximo año y los Juegos Olímpicos en 2016. Situación que genera no sólo gran visibilidad, sino también el argumento cuestionador a la política económica, ¿se precisan, por ejemplo, más estadios de fútbol o mejores hospitales?

¿Qué evidencian estas protestas que se están manifestando en distintas partes del mundo de las características propias de las sociedades del siglo XXI?

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Lo que se evidencia es el disgusto de una masa ciudadana, que si bien es cierto que no obligatoriamente pertenece ni quiere pertenecer a conglomerados políticos, sí entiende y reclama por cambios políticos profundos. Cambios en donde, además, ellos y ellas puedan sentirse partícipes. Este disgusto se basa en la percepción de que las cosas han llegado demasiado lejos y deben ser rectificadas. Existe la idea de un antagonismo, de un «nosotros» mayoritario y desfavorecido, y un «ellos» minoritario y agraciado. Es decir, la distribución de las riquezas de los países, como de los beneficios sociales y tecnológicos que se poseen, no tienden a ser un socorro para todos, sino para unos pocos.

¿Qué tienen de novedoso respecto de las formas tradicionales de protesta?

En primer lugar, se precisa observar que estos movimientos deben mucho a experiencias previas y, por tanto, en ellos vamos a encontrar continuaciones y reformulaciones a ideas y estrategias propias de los movimientos cívicos. Por ello, los indignados acopian prácticamente más de una década de ideas antiglobalización, anticapitalismo, anticonsumo, por nombrar algunos. En segundo lugar, construyeron una comunidad imaginada de gran alcance, en donde toda persona que se perciba como víctima, o como antagonista del poder financiero y/o político, es entonces un «indignado». Por último, hoy más que nunca el uso de las redes sociales ha resultado muy novedoso e importante en el desarrollo de este tipo de movimiento social, de ahí que se haya expandido rápidamente más allá de Europa.

¿En qué medida considera posible que estos movimientos que hoy vemos en Brasil se repliquen en otras ciudades de la región?

El movimiento de los indignados ya se ha replicado en la región. Además, la lógica sugiere que han de seguir desarrollándose, el concepto de «indignado» tiene un peso simbólico importante, aquel que no esté de acuerdo con la educación, la salud, el transporte, el empleo, puede ser un potencial indignado. Peor aún cuando efectivamente en la región servicios como los ya nombrados, y otros tantos, la mayoría de las veces no poseen los estándares deseados.

Tratándose de movimientos apartidarios y sin liderazgos bien definidos, ¿qué probabilidades tienen de traducirse en un proyecto político concreto o de al menos producir transformaciones políticas e institucionales reales?

Efectivamente, al ser movimientos apartidarios, y sin liderazgos definidos, lo que buscan, más que la concreción de un proyecto político específico, es el repensar la política, es el replantearse los mecanismo democráticos con los que actualmente se opera. En este sentido, esas reflexiones ya son un tipo de cambio sugerido, mas las oportunidades de alteraciones más concretas son diversas (y no fácilmente previsibles). Por un lado, el gran apoyo ciudadano es un punto a favor. No obstante, en la media que se fijen liderazgos y propuestas más concretas, la popularidad puede también decrecer. Lo relevante es el que se haya generado en el discurso público el problematizar el tipo de sociedad y de democracia que queremos.

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