Se ha vuelto costumbre en esta época que nuestros gobernantes actúen como “dueños y señores” de los espacios donde ejercen su poder, que desplieguen a sus anchas los más alocados deseos a pesar que con ello se lleven por delante los anhelos de la comunidad a la cual se deben, es terrible como se ha convertido en “normal” ver a las autoridades de este país comportándose como señores feudales que nos les importa para nada pisar los sueños y esperanzas del pueblo que los eligió.
Los alcaldes y los gobernadores, especialmente los de boina en sus testas, se han inclinado a desempeñar sus funciones movidos por un impulso autocrático, con una pertinaz devoción al egocentrismo y por una táctica mezquina de gobernar, en los casos que aplica esta acción verbal, desoyendo a la ciudadanía y en el peor de los casos actuando en contra de ella.
Vemos como muchos de los mandatarios locales y regionales, tal vez siguiendo al pie de la letra el ejemplo que se viene dando desde Miraflores, desarrollan una política sectaria que está esencialmente estructurada por el desdén y el “odio” en contra de la gente. Vemos con espasmo como los actuales gobernantes desoyen las expresiones del pueblo, observamos como los jefes municipales o estadales se rodean de camarillas que no tienen reparo en burlarse de la voluntad ciudadana, he aquí donde el más lento de los analistas se interroga sobre ¿dónde quedó aquello del poder popular? y ¿a dónde fue a parar el sentido de la frase de gobierno del pueblo?.
Nuestros alcaldes de la zona Norte de Anzoátegui recrean en su actividad diaria el hecho de que no les interesa para la nada la voz de sus electores, palpamos como cada uno de los burgomaestres que tienen la responsabilidad de gobernar con y para la gente se dedican a promover políticas totalmente divorciadas de las apetencias y necesidades de la ciudadanía. Por ejemplo observamos como en Sotillo las graves problemas acumulados en las zonas alta y rural son desatendidos para darle prioridad a políticas carentes de cualquier lógica gerencial, vemos como en Barcelona la alcaldesa Inés Sifontes se enfrenta contra los vecinos de la Fundación Mendoza simplemente porque ella se antojó de echar por tierra el proyecto del Paseo Andrés Bello para edificar un muy socialista centro comercial, en Guanta mientras el alcalde Marín sufre de un terrible engreimiento al decir que “lo mejor está por venir” vemos como los sectores como Volcadero, La Picha, Chorreron están sumidos en el abandono y por último en Lechería se puede ver como el mandatorio desoyendo a los vecinos del Complejo Turístico El Morro, quienes decidieron mediante cabildo abierto y asamblea de ciudadanos la construcción del Parque Recreacional Virgen del Valle, pretende imponer a cuesta de todo el proyecto de la llamada Ciudad Vinotinto pasando por encima de la voluntad vecinal.
Para finalizar estoy convencido que a pesar de esta actitud en algunos gobernantes la fe y la fuerza del pueblo organizado se impondrá, dándole efectividad al real sentido de la democracia.
José Dionisio Solórzano