De niña Ana María Otamendi Sánchez encontró su pasión de vida en el piano, uno de juguete donde con tan sólo 3 años ejecutaba pequeñas piezas. Después con la marimba logró aprender un poco más y le demostró a sus padres que su interés musical iba en serio. Así comenzó sus estudios y desde muy joven logra hacer una carrera musical que la lleva a ser la única venezolana que forma parte del equipo de profesionales de la renombrada Houston Grand Opera (Houston, Texas, Estados Unidos), donde se desempeña como coach vocal y pianista.
La Houston Grand Opera realiza una audición compleja, recorre las principales ciudades de Estados Unidos buscando cantantes y pianistas locales y extranjeros. De 600 artistas seleccionaron 6, 4 cantantes y 2 pianistas, uno de ellos, Ana María Otamendi. Así se integra a esta máxima casa artística que año tras año sorprende a la ciudad de Houston con imponentes producciones operáticas y grandes conciertos de solistas y de grupos de cámaras. Un importante cargo, donde la Otamendi hace gala de sus dotes como pianista presentándose en recitales de música vocal y de cámara, así como también en la producción de las Óperas El Barbero de Sevilla de Rossini, La Traviata de Verdi y María Estuarda de Donizetti, donde cumple el importante papel de coach vocal y repertorista, sirviendo de mano derecha del director y apoyando a los cantantes a lograr su máximo potencial en cuanto a interpretación musical, estilo e idioma. Allí trabaja con directores como Patrick Summers y Trevor Pinnock y con cantantes como Joyce Di Donato.
No es sorpresivo el éxito alcanzado tras años de estudio. Su dedicación comenzó a temprana edad. A los 6 años empieza a estudiar el piano. Bajo la influencia y la tutela del maestro y compositor Alejandro Slobodianik, completa su formación como Profesora Ejecutante de Piano en el Conservatorio Juan José Landaeta.
A la par de su carrera pianística, su padre le pide que estudie una carrera –en aras de garantizar su seguridad económica, pues vivir como músico resulta una tarea dura- y como le agradaba la geología, ingresa en la Universidad Simón Bolívar en Ingeniería Geofísica, donde se gradúa Cum Laude y con una Mención Honorífica para su tesis, la cual fue publicada como un artículo en la prestigiosa revista científica Physics of the Earth and Planetary Interiors (2006). Y aunque la Universidad de Princeton le ofreció una beca completa para hacer un doctorado, prefirió serle fiel al piano.
Durante el último año de la universidad y mientras hacía su tesis –con muy poco tiempo para dedicarse a la música- reconoció cuánto extrañaba su instrumento y descubrió que esa era su verdadera vocación de vida, ser pianista académica, sin importar cuánto sacrificio le pudiera costar. Con esa comprensión culminó sus estudios universitarios y a los 21 años partió a los Estados Unidos, impulsada por la profesora y destacada pianista venezolana Judit Jaimes a completar una Maestría en Ejecución Pianística en la Universidad de Wisconsin y un Doctorado en Música de Cámara y Coaching Vocal en la Universidad de Michigan, con el renombrado pianista Martin Katz, obteniendo siempre becas completas para financiar sus estudios y graduándose con los más altos honores.
Su debut orquestal fue a los 12 años con la Orquesta Sinfónica de Miranda en la Sala José Félix Ribas. Entre sus logros destaca el haber ganado el Primer Premio en todos los concursos nacionales en los que participó (Concurso Harriet Serr, Concurso Nacional de Jóvenes Solistas organizado por la Orquesta Filarmónica, Concurso Nacional de piano Yamaha), así como de Primeros Premios en la MTNA Steinway Young Artist Competition, USC Concerto Competition, USA, y Concurso de Jóvenes Solistas del Festival de Ouro Branco, Brasil. Otros honores incluyen becas por excelencia artística otorgadas por la Milwaukee Foundation – Victor Vega y por el CONAC, y reconocimientos otorgados por el Consejo Municipal de El Hatillo como Mujer Ejemplar Hatillana, por el Consejo Municipal de Baruta por excelencia académica y por la Universidad de Carolina del Sur por notable liderazgo y servicio.
En sus presentaciones como solista destaca su participación con numerosas orquestas importantes, entre ellas la Orquesta Sinfónica de Venezuela, Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, Sinfónica de Maracaibo, Sinfónica de Panamá, USC Symphony Orchestra y Orquesta del Festival de Ouro Branco. Ha sido dirigida por maestros como Inocente Carreño, Pablo Castellanos, María Octavia Issa, Jorge Ledezma, Donald Portnoy, Eduardo Rahn, Rodolfo Saglimbeni y Jorge Luis Uzcátegui, entre otros.
Ana María Otamendi ha recorrido el mundo con recitales en más de 30 salas de concierto en Venezuela, Brasil, Panamá, Italia, Estados Unidos y España, y ha colaborado con grandes músicos como Alexis Cárdenas, Lawrence Brownlee, Ana María Martínez y Donald Sinta, entre muchos otros.
Como músico de cámara tiene hoy una gran demanda: participó en el prestigioso Festival Merola de la Ópera de San Francisco donde artistas como Anna Netrebko, Dolora Zajick, y Deborah Voigt comenzaron sus carreras. Fue clavecinista con la Compañía Palmetto Opera en Estados Unidos y parte de la Facultad en el Curso Internacional de Música Española en España, así como del Michigan Opera Program que se lleva a cabo en Italia durante el verano.
En Venezuela, destaca por haber sido Pianista Solista de la Orquesta Sinfónica Venezuela, así como Profesora Asistente en el Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM).
La mujer detrás del piano
Para Ana María Otamendi en el hecho de ser pianista profesional hay un valor agregado. El enseñar a otros, guiarlos para que sobresalga todo su potencial, es algo que valora. De allí su interés por ser profesora. Y eso se refleja en su labor como coaching vocal.
Aunque en su hogar los gustos paternos se impusieron, su papá era amante de la música clásica, de los conciertos y de las presentaciones de agrupaciones de cámara, Ana María quedó cautivada por la Ópera –amor a primera vista- con La Traviata: “La música, el drama, el show, todo me atrajo desde que la vi. Quedé enamorada de este género”, comenta.
Con su trabajo en la Houston Grand Opera, Otamendi descubrió un mundo nuevo: “A los 16 años empecé a colaborar con otros instrumentistas, a compartir con los músicos y se siente esa química y compatibilidad tan especial, es que ni hace falta hablar. Estoy feliz de poder participar en estas producciones y lo mejor es que he hecho grandes amigos con quienes puedo compartir el amor por la música”.
Aunque es apasionada de la música clásica, de los compositores más emblemáticos como Bach, Stravinski y Rachmaninoff, por nombrar algunos, Ana María Otamendi ama el jazz, la salsa y la música latina. Su otra pasión es viajar: “Gracias a la música he conocido muchos lugares interesantes, viajo mucho por trabajo y procuro hacer un alto y pasar días conociendo y disfrutando”.
Ser pianista requiere de mucho esfuerzo y trabajo. Una agenda plena de conciertos, presentaciones y viajes colma a Ana María Otamendi hasta el 2014. A mediados de año parte a Viena, cumple con recitales y aprovecha para perfeccionar su alemán (domina el inglés y el francés y está perfeccionando el italiano) y para acercarse a conocer Holanda y Turquía.
Esta venezolana se siente orgullosa de ser músico: “Con la música podemos llegar a mucha gente, durante un concierto se pueden relajar, olvidar sus problemas y transportarse, se elevan a un plano de conciencia mayor y pueden conectarse con nosotros. Realmente ayudamos a la gente a través de las artes. Ese es el poder de la música y de las bellas artes en general, las únicas capaces de elevar al espíritu humano”.
Por eso participa activamente dentro de la Houston Grand Opera en las diversas actividades que involucran directamente a la comunidad: conciertos al aire libre, presentaciones de ópera en parques públicos y en anfiteatros abiertos donde 3 mil personas se reúnen a disfrutar de estupendas presentaciones. “Lo mejor es que hacen picnic mientras ven una ópera con total libertad. La idea es que los jóvenes y los niños se involucren. Otra de las cosas que hacemos es ir a los ancianatos, escuelas y universidades para llevarles la música y demostrarles que es accesible”.
Ante tantas actividades, una forma segura de contactarla es por las redes sociales: “Son una gran herramienta para promocionarnos y estar en contacto con los amigos, la familia y el público”. Seguramente en Facebook la consigue y en Youtube también.
[Fuente: Evelyn Navas Abdulkadir/ Venezuela Sinfónica]