“He visto gente aterrorizada con ponerse enferma de algo grave porque sabe que eso le va a llevar a una dependencia de las deudas o de la familia de por vida”, comenta Ana Fuentes, periodista freelance que fue corresponsal en Pekín entre 2007 y 2011. Resulta que en el país teóricamente comunista más grande del mundo, no solo la economía es cada vez más capitalista sino que ni siquiera los servicios básicos como la Sanidad y la Educación están cubiertos por el Estado.
Zhang Xiaodong trabaja veinte horas seguidas al volante de su taxi en Pekín para poder pagar el tratamiento médico de su mujer. La señora Zhen lleva años prostituyéndose a espaldas de su marido para financiar la educación de su hijo. Chen Erfei dejó su pueblo para acabar viviendo en una habitación compartida bajo tierra junto a otros emigrantes del campo a sus 30 años.
Éstas y otras son las historias que componen Hablan los chinos (Ed. Aguilar), el primer libro de Fuentes, en el que ha querido dar voz a todos aquellos individuos anónimos cuyas vidas “permiten entender la foto real de China”.
Esta periodista española residente ahora en Nueva York define el régimen del Partido Comunista chino como un “capitalismo de Estado”, altamente dependiente de unas exportaciones que con la crisis en Occidente ahora se están reduciendo. Por ello, el reto ahora para China, opina Fuentes, es encontrar un modelo de mayor consumo interno.
En un país de 1.300 millones de habitantes que es la segunda economía mundial no parece que eso deba ser algo problemático. Pero en realidad requiere un giro importante en la dirección del país, que precisamente se renovará en el próximo congreso del partido en octubre. Ello sin tener en cuenta, la inflación y la burbuja inmobiliaria que también afectan al gigante asiático.
“Los chinos ven a Europa como un animal enfermo por la crisis, pero interesante en cuanto a historia y cultura”, comenta a lainformacion.com. “Sin embargo, su modelo no es la sociedad de bienestar europea, sino al aspecto comercial, de competitividad y brío de Estados Unidos”.
En un irónico paralelismo entre las dos superpotencias mundiales que hace solo unas décadas eran enemigas acérrimas, Fuentes comenta que en China “la gente sigue arruinándose para pagar las facturas del médico: una enfermedad como un cáncer puede llevar a la bancarrota a una familia”. Explica que el Gobierno chino quiere implantar para 2020 una “sociedad mínimamente acomodada, con una cobertura mínima de sanidad universal”.
Los llaman ‘ratas’. Viven en el subsuelo de Pekín. Pagan 50 euros al mes por una cama en una habitación compartida con otros trabajadores. Para llegar a su cueva en el sótano de un rascacielos o en antiguos búnkeres construidos durante la Guerra Fría, sus habitantes tienen que atravesar la entrada de un rascacielos para luego bajar al cuarto de la caldera solo para encontrar al otro lado su catre. Ni un rayo de luz del sol entra en su particular vivienda.
Es la historia de muchos mingong, los que emigran del pueblo al campo, que hoy ya conforman un tercio de los 20 millones de habitantes de Pekín.
Mientras tanto los “niños de papá” hijos de ricos empresarios chinos se forman en escuelas militares de élite, estudian en el extranjero y se gastan una fortuna en coches o una noche de fiesta. (Puedes leer el capítulo de Hablan los chinos dedicado a estos “niños de papá” aquí).
Son cada vez menos los chinos que idolatran a un Mao Zedong perfecto. “A pesar de que la propaganda sigue siendo fortísima y de que se sigue estudiando historia política muy, muy sesgada en los colegios, la historiografía oficial ya acepta que Mao cometió errores. Con pinzas, pero se puede criticar muy levemente ciertos comportamientos de ciertos líderes”, explica Fuentes.
Internet ha tenido mucho que ver en ese cambio, pues con “una población a veces separada por 5.000 kilómetros de distancia a veces se acumulan un par de millones de comentarios sobre un caso de corrupción local”. Ahí es donde se permiten las críticas, a veces incluso fomentadas por el partido único, “para demostrar que ellos también hacen limpia y aplacar un poco los ámbitos”.
¿Dónde están los límites que no se pueden traspasar? Plantear la validez del partido único, que le costó el encarcelamiento al Nobel de la Paz de 2010, Liu Xiaobo.
A pesar de todo, las malas condiciones de personas como las que reciben el apodo de “ratas” no son tan graves para ellos. Asegura Fuentes que “para muchos jóvenes que van a la ciudad para ganarse la vida es fantástico poder irse de casa, ganar dinero”. Dice que aunque “lo pasan mal”, prefieren esta situación. “Siempre dicen ‘en el pueblo no había nada que hacer’. Ellos tienen la sensación de progreso (…). Realmente están mucho mejor que hace 20 o 30 años”.
Este año se van a licenciar unos 7 millones de jóvenes y se calcula que entre un 20 y un 30% no va a encontrar trabajo. Aún así, “en general el chino, todavía tiene la sensación de que va a vivir mejor que sus padres”.
A Fuentes le conquistó la sinceridad de los chinos. Cuenta que un inmigrante hablándole de su esposa le dijo: “Lo que más gusta de ella es que se lleva bien con mis padres, porque guapa no es”. Y se lo dijo tranquilamente mientras fuma un cigarrillo.
Dice que les gusta mucho contar chistes. Su humor generalmente “ácido” también se burla de la política y de ellos mismos.
“No les gusta nada pecar de soberbios, prefieren pecar de humildes. Se vejan a sí mismos para hacer el payaso”, asegura.
Sin embargo, al mismo tiempo tienen un concepto de solidaridad distinto al de Occidente. Cuenta que si atropellan a alguien en la calle, “es difícil” que otra persona se acerque a ayudar. “Dicen que es porque en la Revolución Cultural se cogió miedo del prójimo, por las denuncias, por evitar meterse en problemas. Otros dicen que es porque no tienen ese sentido católico del prójimo y de la culpabilidad”, apunta.
Para Fuentes, las claves del futuro de China están en “cómo consigan convertirse en una sociedad más consumidora, cómo lidiar por la explotación laboral en África y Latinoamérica y cómo incrementar la credibilidad de su poder blando: su agencia de noticias Xinhua, la cadena [de televisión] CCTV”.