Mi nota “Cómo encontré la felicidad fuera de Venezuela” ha tenido una inesperada respuesta, miles de lecturas y múltiples comentarios. Ello me ha animado a escribir esta segunda nota con algunas recomendaciones para quienes estén pensando en emigrar.
De nuevo, esta nota no debe verse como una incitación a abandonar el país. Cada quien debe tomar su decisión. Va dirigida a quienes lo están pensando y pesando pros y contras
1. No temamos tomar la decisión
Goethe decía que cuando uno toma una decisión todo comienza a actuar a nuestro favor. El gran enemigo de nuestra decisión es la inercia, esa tendencia humana muy natural a seguir viviendo en el día a día. La inercia nos puede llevar a lo que Aquiles Nazoa llamaba darle vueltas a la noria. Aquiles agregaba que ello puede ganarnos un obituario tal como : “Ha muerto el Secretario del Juez Municipal”. Al tomar la decisión veremos que la mayoría de la gente estará dispuesta a ayudarnos.
2. Aprovechemos el cambio de ambiente para ser como queremos ser
Era un adolescente era muy tímido. En Los Teques mis amigos se burlaban de mi aspecto desgarbado. Cuando me fui a estudiar a Tulsa, Oklahoma me decidí a cambiar de tímido a extrovertido, aprovechando que iba a un sitio donde nadie sabia “quien o como era yo”. El resultado fue mágico. Creo que hasta se me pasó la mano, ya que me eligieron Maestro de Ceremonias del Show de la Universidad, en el cual eché chistes en “Spanglish”, canté y bailé. Podemos aprovechar salir de nuestro ambiente tradicional para cambiar lo que deseamos cambiar de nuestra personalidad.
3. Seleccionemos el sitio donde queremos vivir, tomando en cuenta nuestras inclinaciones naturales, ancestro, idioma y facilidad de adaptación
En mi caso nunca tuve dudas de que USA era el país donde quería vivir. Hablaba el idioma, me gustaba la gente, la manera de vivir. Reconozco que USA puede ser difícil para quien no hable inglés y que ello requiere de un proceso de aprendizaje que puede ser duro. Un emigrante de ancestro italiano o español se sentirá naturalmente inclinado hacia estos dos países, ambos maravillosos. Quien busque minimizar el choque cultural puede ir a Colombia o, inclusive, a Perú, dos países que disfrutan de un nivel de desarrollo muy atractivo. A muchos emigrantes en potencia Chile o Uruguay les resultarán bastante diferentes pero ambos son extraordinarios países y permiten una rápida adaptación. Costa Rica es simplemente extraordinaria y allí quieren mucho a los venezolanos.
Yo sentí una atracción especial por USA porque adoro las estaciones muy marcadas: primavera, verano, otoño e invierno. Parecería que se vive mucho más, al poder dividir el año en cuatro segmentos en los cuales uno se viste, ve, hace y hasta come de manera diferente. Es como vivir cuatro mini-años en uno. Uno no habla únicamente de 2005 sino sobre el verano de 2005 o la primavera de 2005.
4. Lleguemos a trabajar en el nuevo país en lo que sea, sin complejos.
Cuando llegué a USA, en 2003, traté de entrar a trabajar en una tienda inmensa llamada “Total Wine”, como consultor de vinos. Sin embargo, cometí el error de citar en mi C.V. que había estudiado en Harvard, en Johns Hopkins, blá blá… y me desecharon por tener credenciales en exceso de los requerimientos de la posición. Después encontré sitios más acordes con mi experiencia. Lo que es admirable es que a mi edad (70 al llegar, 80 ahora) todavía encuentro trabajo. Quien quiere trabajar en USA algo encuentra . Todo trabajo dignifica.
5. Entremos a formar parte de la comunidad, es decir, no “te quedes en Venezuela”.
Es perfectamente natural continuar apegado sentimentalmente al terruño pero sin desconocer la necesidad de incorporarnos activamente a la nueva comunidad. Hay compatriotas que viven años en un país “sin salir” de Venezuela. Ello no es aconsejable porque buena parte de la experiencia tiene que ver con ampliar las fronteras de nuestro mundo espiritual y convertirnos en ciudadanos en el país que nos recibe.
6. Combina lo bueno nuestro con lo bueno del país que nos recibe
No pensemos que Venezuela es el ombligo del universo y que somos tan chéveres que no necesitamos incorporar otras costumbres a nuestra manera de ser. Es mucho lo que podemos aprender de otras culturas, tanto en los hábitos cotidianos como en la manera de ver la vida. La vida universitaria en USA, por ejemplo, es rica en experiencias formativas para el jóven. Se vive en la universidad, se respira el ambiente universitario, es posible dedicarse a aprender sin conflictos que nos distraigan. Las tradiciones de otros países son hermosas, el grado de civismo puede ser aleccionador, algunas comidas pueden llegar a gustarnos tanto como las nuestras. No solo de arepas vive el hombre. Quien emigra tiene la maravillosa oportunidad de disfrutar de las buenas cosas y cualidades humanas existentes en las dos sociedades. La transculturización no es negativa, a menos que signifique la pérdida total de nuestra identidad original. Pero ello no es ni necesario ni probable si tenemos una dosis razonable de sensatez. Vivir en otras países nos libera del patrioterismo, no nos hace menos patriotas.
7. Trabajemos por nuestro país desde afuera, ello es enteramente posible
Quien piense que el emigrante pierde la capacidad y, por lo tanto, el derecho a participar en los asuntos de su país de origen, se equivoca. En Venezuela yo iba a las marchas, uno entre miles, protestaba frente al CNE, me reunía con amigos para discutir los asuntos candentes, escribía artículos sobre la situación venezolana. Desde que vivo en USA no puedo ir a marchar pero viajo por todo este país dando charlas sobre la situación venezolana, escribo profusamente sobre nuestros asuntos. Gracias a la existencia de numerosos institutos de estudios latinoamericanos y universidades, puedo participar en foros, congresos y reuniones e influir sobre la opinión pública y/o las autoridades del país donde vivo. Protesto frente a la OEA y frente a la embajada del régimen. Hago la misma bulla o hasta más bulla que la que hacía en Venezuela. Estoy libre de la distracción que representa tener que sobrevivir en el ambiente viciado de mi patria.
8. Tratemos de desarrollar un espíritu ecuménico
Desde Achaguas hasta Ulán Bator el ser humano es el mismo, quizás no en el sesgo de sus ojos pero si en la naturaleza de sus sueños, anhelos y esperanzas. Ello significa que nadie en este planeta debe ser visto por nosotros como un “extranjero” . Siempre encontraremos la misma cualidad humana, no importa donde vivamos. La misma identidad subyace por debajo del rico y del pobre, el amarillo y el blanco. Nunca olvidemos que somos, en esencia, ciudadanos del mundo. Llegará un día en que podamos decir, desde Marte o desde el Manojo de Mircea: “somos terrícolas, mi patria es La Tierra”.
Gustavo Coronel