El acto de entendimiento se realizó hace tiempo, lleno de los escombros del pasado. No se requiere el saldar viejas cuentas ni efectos asombrosos de hechicero para crear el escenario perfecto y lograr el convencimiento. A pesar que lo reconozca ahora a voz en cuello y con los estragos evidentes de una sociedad molida a palos por las decisiones trastornadas, ya todos están más que esclarecidos de que estamos inmersos en una irremediable dictadura.
Esta semana lo reconoció el propio Maduro, con sus inflexiones desparramadas en una de esas alocuciones transitorias que sólo buscan llamar la atención, después de salpicarnos de tantos anuncios y promesas sin respuestas.
“Vamos a lograr la paz económica, la prosperidad y la estabilidad de los precios. Lo quiero hacer por las buenas, pero si tengo que hacerlo por las malas y convertirme en un dictador, para garantizarle los precios al pueblo, lo voy a hacer”, expresó el mandatario semejante amenaza, como si el quebrar la democracia fuese un derecho de todo gobernante.
Lo insólito no es que llegue a cumplir la promesa del autoritarismo —pues ya el planeta tiene el aire de espanto de que en Venezuela existe cualquier cosa, menos democracia—, sino que vuelva a asegurar el lograr un nuevo cauce triunfal de la economía, cuando con todas las acciones despóticas, tiránicas y arbitrarias sólo ha ampliado más el estado de desgracia de los venezolanos, y ahora nos deja en claro que continuará con los cruentos métodos.
Aunque saque de la manga un nuevo artilugio para solventar las enormes deudas internacionales, no existen vocablos certeros para describir el irremediable destino que se aproxima.
En vista del galope frenético del precio del dólar, ahora se ha inventado una canasta de monedas, que se parece más a un cesto de ropa sucia que a una solución infranqueable para salir del hoyo de complicaciones del país.
Ya reconoce la dependencia descomunal con las importaciones y con la renta petrolera. Por eso ha ideado esta propuesta de ilusiones como mecanismo cambiario, pagando en otra moneda y allanando otros mercados para resolver tales entuertos.
Por más que me rompa la crisma fantaseando con este nuevo mecanismo, no imagino a esta camada de enchufados y corruptos manejando sus carteras con yuanes, rupias o yenes, después de malacostumbrar a sus bolsillos con las imágenes de los patriotas norteamericanos.
Ya muchos especialistas consideran la medida como poco provechosa para alcanzar un cambio abrupto, pues la debilidad del bolívar es tan grande, que medio planeta desconoce cuál es su valor real.
Lo más cómico resultó la de establecer un precio máximo para 50 productos básicos, optando a la opinión de los consumidores, los comerciantes y los productores. No creo que tenga el gobierno un prestidigitador capaz de poner de acuerdo a tantos sectores dispares, cuando ni los grupos políticos del propio régimen tienen una estrategia unitaria para salir de la crisis o salir con pies en polvorosa.
Lo único claro no fueron los nuevos mecanismos para lograr su extraña paz económica, sino el reconocimiento del Presidente que tratará de conseguirla con otro de sus intentos fallidos para resolver este entrevero forjado, utilizando su facha de dictador que ya es reconocida en el mundo entero.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571