Igual que con Danilo Anderson y Eliecer Otaiza, cuyas muertes todavía no están esclarecidas, voceros del régimen chavista-madurista sin tener una letra de investigación clara, culpan nuevamente al fantasma de la ultraderecha fascista internacional, con supuestos cómplices internos, de la muerte del diputado Robert Serras, acaecida el pasado miércoles 01 de octubre de este año. El presidente Maduro de buenas a primeras dijo que fueron sicarios y paramilitares, pero a Robert lo mataron a puñaladas, algo inusual en la forma de actuar de sicarios, quienes por lo general se mueven en motos, disparan certeramente y huyen rápidamente del sitio.
El diputado Robert Serra siempre se movía con ocho o diez guardaespaldas como mínimo, los cuales es de suponer, deben tener entrenamiento militar y policial, que deberían trabajar por turno para dar protección las 24 horas del día al diputado. Ahora bien, si la vaina debería ser así, en que momento quedó desguarnecida la seguridad de Serra para que los asesinos entraran a la casa y lo asesinaran a él y a su compañera sentimental. Los asesinos aparentemente, y de acuerdo a informaciones divulgadas, no habrían violentado la entrada la puerta de la vivienda del diputado, lo que pudiera presumir que eran conocidos y entraron con autorización.
El presidente Nicolás Maduro afirmó en cadena de radio y televisión, sin que todavía en ese momento los cuerpos de seguridad del estado hubiesen iniciado las investigaciones, que los asesinos fueron sicarios y paramilitares, y que el autor intelectual es el expresidente colombiano y actualmente senador de ese país, Álvaro Uribe Velez, lo cual pudiera ocasionar un choque diplomático entre el gobierno colombiano y el venezolano, si Juan Manuel Santos actuara como un verdadero estadista, algo difícilmente de comprobable, porque a Santos le interesa mas cobrar facturas comerciales que el gobierno de Maduro le debe a comerciantes colombianos.
Con el diputado Robert Serra teníamos diferencias por su forma de hacer política, su intolerancia al pensamiento del contrario, demostraba que no era de un demócrata practicante. Serra justificaba los errores del régimen acusando a otros de esos males, tal como ocurrió cuando mataron a Mónica Spear, a quien prácticamente habría acusado de ser culpable de su propia muerte por transitar en horas de la noche por la autopista de Puerto Cabello-Valencia, como si el estado no tuviese la obligación de prestar seguridad a toda hora y en todos los sitios. Igualmente Serra descalificaba las cifras de fallecidos por la violencia, alegando que tenían fuentes serias.
Sin embargo, esas diferencias no nos permiten desconocer que su discurso encendido calaba en las bases militantes del llamado chavismo duro y radical, el cual le garantizaba mucho futuro político en el Partido Socialista Unido de Venezuela. Según algunas fuentes internas del PSUV, Robert Serra estaba trabajando en un proyecto para aspirar en cuatro años, la alcaldía del municipio Libertador de Caracas. Robert Serra demostró su capacidad de liderazgo y de organización, cuando derrotó en primarias chavistas a Fernando Soto Rojas por el circuito electoral San Juan-23 de Enero, para la nominación de candidato a diputado a la Asamblea Nacional, a pesar de ser Soto Rojas una ficha del difunto presidente Chávez, quien después de la derrota lo envió a encabezar la lista por Falcón.
En ese mismo contexto, Robert Serra hubiese sido el primer candidato del PSUV para la Alcaldía de Libertador de Caracas, sin ser impuesto por el dedo, como lo fueron Freddy Bernal y Jorge Rodríguez, sino que hubiese sido producto de ganar un proceso de primarias dentro de las filas oficialistas. En fin, Lo que aspiramos la mayoría de los venezolanos, es que la muerte de Serra no quede impune, como quedaron los de Danilo Anderson, Eliecer Otaiza y los miles de venezolanos que mueren en Venezuela por culpa de la violencia sembrada y que sus asesinos sean castigados con todo el peso de la ley.
Por Gerónimo Figueroa Figuera