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Siempre me llamo la atención que los principales líderes del 4-F, ocuparan lugares privilegiados en su promoción. Como si el azar objetivo del que hablaba Bretton, los hubiera reunido o como diría un guarachero “mi gente Dios los cría y ellos se juntan”.
Nuestro ejército es un reflejo de las contradicciones de clase que subyacen en la sociedad. En otros países de América los militares pertenecen a la élite, en Venezuela los Generales son muchachos de barrio, eso explica el alto componente social de nuestras fuerzas armadas.
No era de extrañar que la inquietud social fuera una de las preocupaciones de esos jóvenes soldados. Pero liderar un movimiento como el 4-F requería compresión global de la época histórica que vivía el mundo y nuestro continente.
Un capitalismo periférico como el nuestro no podía ser inmune a la crisis generada por la caída de la tasas de ganancias de la burguesía internacional. El PIB real global había pasado de 4,8% en 1981, a 0,8% en 1992. La revista Fortune, daba cuenta en 1988 del incremento de 180 a 402 billones de dólares de las 500 empresas más importantes de los EEUU.
Sin embargo América Latina era víctima de la peor recesión económica que tuvo su pico en 1982 con la crisis de la deuda externa. La (CEPAL) indicaba que la transferencia neta de capitales de América Latina hacia el Norte alcanzó entre 1983 y 1991 más de 200 mil millones de dólares.
Los sucesos del 27 de febrero de 1989 evidenciaron que la desprestigiada dirigencia, no era capaz de garantizar el nuevo papel de suplidor neto de petróleo que el imperialismo nos asignaba en el orden internacional.
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Dos corrientes militares han pugnado en el ejército, una elitista y populista de promociones de oficiales de escuela, formados en academia del exterior y vinculados a los intereses foráneos, que se hizo fuerza con el derrocamiento de Medina, y otra nacionalista, consciente de la necesidad de fundar un modelo para la independencia.
El triunfo de la corriente nacionalista el 4-F, solo fue posible gracias a la identificación correcta de la coyuntura económica, social y política, que se tuvo para anticiparse a la otra corriente, y aprovechar el momento oportuno de la dinámica internacional.
Únicamente un grupo con un programa concreto que rompiera paradigmas, y conducidos por un liderazgo excepcional, podían aprovechar el ciclo político de 1992, porque el 4-F era una necesidad histórica que requería visión de mundo en su conjunto.
Fuente:
Luis Figuera