El Estado Alemán, actual locomotora de Europa y en buena medida del mundo por sus aportes a la ciencia y la tecnología llegó a ser gobernada a principios del siglo XX por un sangriento líder llamado Adolfo Hitler, quien se valió de las instituciones establecidas para llegar al poder y desde ahí usarlo para aniquilar adversarios políticos y supuestos enemigos raciales. Hitler llegó enarbolando las banderas del nacionalismo y exacerbando, a límites inimaginables, el odio que tenía el pueblo alemán por las reparaciones impuestas después de la derrota en la primera guerra mundial buscando culpables a diestra y siniestra. Eso explica, mas no justifica para nada lo ocurrido.
Por más que reviso en nuestra historia contemporánea no encuentro nada que valide la siembra de odio y revanchismo social que la autodenominada «revolución» alimenta día a día. En Venezuela el fascismo se viste de rojo y se esconde en el romanticismo de la izquierda. Chávez llegó y se ha mantenido en el poder usando las herramientas de la democracia y ha horadado toda la institucionalidad y las reglas de juego democráticas haciendo uso de una ideología que promueve el odio y saca del baúl de la historia el concepto marxista de “la lucha de clases”. Bajo el pretexto de esa guerra ideológica, es que justifica todo tipo de atropellos contra venezolanos que disienten de él.
Sólo un enfermo podría permitir que sus adversarios políticos sean sometidos a tales vejámenes; clara violación de sus Derechos Humanos. El abuso sexual a la jueza Afiuni, una mujer que antes de ser encarcelada había dedicada su vida al mundo del derecho y la justicia, es probablemente uno de las mayores atrocidades contra la idiosincrasia (moral y ética) del venezolano.
¿De dónde salió tanto odio y maldad?. No hay nada que explique la forma como Chávez y su entorno trata a quienes piensan distinto. Desde el episodio de la lista Tascón comenzó en el gobierno la promoción de una guerra entre venezolanos que los llevó a permitir, sin siquiera pestañear, la muerte de Franklin Brito o el tratamiento inhumano al resto de los presos políticos. De hecho Simonovis tiene un delicado estado de salud y sigue encerrado como un animal. En fin, por más que busco explicación no encuentro en qué momento de nuestra historia comenzaron a crearse estos seres amorales e indolentes que hoy nos gobiernan.
Las personas de mi generación, que nacimos en democracia y que militamos en las luchas reivindicativas desde el campo de la izquierda nunca atizamos esta clase de conductas. De hecho, en los gobiernos de la democracia representativa se les daba espacio en áreas técnicas y de alta gerencia a militantes de izquierda y de ultra izquierda. Arias Cárdenas por ejemplo, salió de Yare a dirigir el PAMI con Caldera II, Jorge Rodríguez fue el coordinador del programa del pasaje estudiantil también en el segundo gobierno de Caldera y la verdad es que tendría que llenar muchas cuartillas para narrar cuántas de las personas que hoy lideran la revolución eran muy bien tratados en esos gobiernos.
Todo ese odio y maldad que utilizan como la savia de la revolución, tarde o temprano se revertirá contra ellos. No lo digo como una afirmación metafísica sino como un fenómeno político. Ya lo dice claramente el refrán popular: el que siempre vientos cosecha tempestades.
Las personas que no estamos de acuerdo con el modelo del odio debemos permanecer unidas y enfocar nuestra accionar político en ir día a día desmontando con acciones y discursos ese esquema. Por más indignación que genere debemos evitar caer en la desesperanza.
El mejor desagravio para Afiuni y todos los presos políticos es seguir todos los días construyendo una nueva mayoría que supere una institucionalidad al servicio de la promoción de la destrucción de nuestras creencias y valores. Tenemos que luchar pacientemente, y con constancia, para derrumbar el «muro de Berlin venezolano» que nos separa de la Venezuela democrática y de progreso.
Por Carlos Valero / @carlosvalero08