La música no cura, pero estimula y ayuda a que la cura duela menos y sea más soportable. Son los límites de la musicoterapia, una disciplina ahora mismo en formación, que sin embargo ya ha demostrado ser capaz de mejorar la calidad de vida de los enfermos, especialmente de aquellos que sufren enfermedades crónicas.
El objetivo de la musicoterapia no es curar sino mejorar la calidad de vida y la salud física, social, comunicativa, emocional e intelectual de muchas personas, enfermas y también sanas.
La profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide, Cristina Villalba Quesada, asegura que la música en directo, bien trabajada por expertos y terapeutas y compuesta para determinadas situaciones sociales o clínicas, mejora y estabiliza determinados aspectos e indicadores fisiológicos y emocionales de los pacientes, tales como la autoestima u otros aspectos sociales.
Una terapia efectiva y en formación
Según sus defensores, la musicoterapia es un instrumento efectivo para tratar patologías como el alzhéimer, la depresión o traumatismos craneoencefálicos, así como a determinados colectivos tales como personas mayores, discapacitados o bebés. En suma, esta disciplina favorece el bienestar de pacientes con enfermedades crónicas u hospitalizaciones prolongadas.
Muchos aún dudan, pero hay estudios neurológicos desde los años 60 que demuestran la efectividad de la musicoterapia. De hecho, las recientes tecnologías que permiten visualizar los procesos del cerebro así lo constatan.
La musicoterapia se encuentra actualmente en un proceso de acreditación profesional que exige unos estudios y formación mínima en música, que pueden ser reglados o no pero siempre acreditados, tales como estudios elementales en conservatorios superiores o el conocimiento profundo de un instrumento o del lenguaje musical.
Una vez alcanzado este mínimo de conocimiento musical, cualquier profesional implicado en la relación directa con las personas y con formación de nivel universitario, como enfermería, trabajo social, psicología o pedagogía, podría aspirar a convertirse en un musicoterapeuta de calidad (existe una formación de postgrado en esta materia, equivalente a una carrera de tres años).
El fallido ‘efecto Mozart’
Estudios realizados en los años 90 revelaron que la música de Mozart incrementaba las conexiones neuronales de los bebés, y con ello la inteligencia. Lo llamaron ‘efecto Mozart’.
Sin embargo, nuevos estudios demostraron que los niños que los escuchaban no mejoraban respecto a otros. Se vio que escuchar pasivamente a Mozart, a Bach o a Haendel no tenía efecto terapéutico.
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