En España, unas 150.000 personas viven con párkinson y cada año se detectan unos 10.000 nuevos casos. En el mundo hay unos cuatro millones de enfermos de este mal, caracterizado por el temblor en reposo, rigidez muscular, lentitud en los movimientos voluntarios e involuntarios y pérdida de reflejos posturales.
Según 20minutos.es, el párkinson representa el segundo trastorno neurodegenerativo por su frecuencia, situándose únicamente por detrás del alzhéimer. Los medicamentos actualesni curan ni frenan la enfermedad, solo alivian sus síntomas.
El tratamiento más activo, la levodopa, pierde efectividad con el paso de los años. Los médicos se ven obligados a aumentar las dosis y la propia levodopa causa entonces trastornos psíquicos y caídas de la presión arterial con desmayos. Como cuenta Manuel Ansede en Materia, una muela inteligente puede abrir un camino a la esperanza.
Un ingeniero de telecomunicaciones español, Jordi Rovira, responsable de proyectos de telemedicina en el Granada eHealth Centre de Telefónica Digital,ha coordinado el proyecto HELP, que implica a varias empresas e instituciones europeas
Aumentar o disminuir el tratamiento
La iniciativa consiste en un sensor que detecta los síntomas del párkinson y avisa a una bomba de fármaco subcutánea para que aumente o disminuya el tratamiento. El proyecto, además, ha probado una muela falsa capaz de liberar medicamento de manera constante, que podría sustituir a la incómoda bomba subcutánea.
Rovira cree que sería «perfectamente realizable desde el punto de vista técnico” unir el sensor y el diente para desarrollar una muela inteligente capaz de suministrar la dosis exacta de medicamento para neutralizarlos. Ya ha habido conversaciones informales entre las empresas implicadas para estudiar la viabilidad de la idea. «El objetivo es que los pacientes se olviden de la enfermedad», declara el ingeniero.
Los investigadores del proyecto HELP lo llaman «el primer marcapasos contra el párkinson». Se trata de un sensor, creado por el Centro de Atención a la Dependencia de la Universidad Politécnica de Cataluña, acoplado a un cinturón de neopreno, que se coloca en la cintura del enfermo de párkinson. Cuando el sensor detecta el temblor en reposo, y a través de una aplicación del teléfono móvil del paciente, una bomba subcutánea suministra la dosis exacta de medicamento para paliar los síntomas.
De la bomba a la muela
Aunque los resultados son muy preliminares, en ensayos el sensor ha conseguido mejorar los síntomas de algunos pacientes. Esta bomba inteligente costaría unos 3.500 euros. Pero Rovira admite que «las bombas, ya sean duodenales o subcutáneas, son una solución muy invasiva para el paciente».
Aquí entra la otra pata del proyecto. Otra grupo de enfermos de párkinson han vivido en los últimos meses con la muela artificial. Solo tenían que reponer cada mañana un minúsculo cartucho en el diente falso, de momento sin fármaco verdadero. Han comprobado que como dispositivo funciona. El siguiente paso será probar la muela cargada de un derivado de la levodopa.
La prótesis dental, concebida hace una década y patentada por la empresa alemana HSG-IMIT y la israelí Peh-Med, también se ha probado en el pasado en otros ensayos para suministrar tratamiento a heroinómanos contra su adicción. En ese caso no tuvo éxito.
A la espera de su materialización, Jordi Rovira levantó recientemente en Eindhoven (Países Bajos) el premio al proyecto más prometedor del programa europeo AAL, en el que 23 países buscan mejorar la calidad de vida de las personas mayores mediante la tecnología.