El idioma español cuenta con muchas frases, dichos y refranes que al leerlos se pueden referir a una cosa, sin embargo su significado es otro diferente, por ejemplo: «El que se fue a Sevilla perdió su silla», pues a pesar de que habla de un lugar muy popular y específico, su sentido real se refiere a que puedes perder alguna oportunidad por no estar presente.
Como esta hay muchas frases que se ha quedado como parte de nuestro idioma, pero muchas de éstas tienen una gran historia detrás, que nos explican el porqué de su significado; en este sentido de10.com.mx nos revelan el origen de estos dichos y refranes típicos.
OK. Todos usamos esta palabra para decir: «está bien» o hacer alguna afirmación. Si bien su origen viene de Estados Unidos es una palabra que hemos adoptado, pero ¿qué significa?, ¿de dónde proviene? Durante la Guerra de Secesión, cuando regresaban las tropas a sus cuarteles sin tener ninguna baja, ponían en una gran pizarra «0 Killed» (cero muertos). De ahí proviene la expresión ‘O.K.’ para decir que todo está bien.
Luna de Miel. Esta frase se refiere al primer viaje que hacen los recién casados, sin embargo, estas palabras se aplicaban originalmente al primer mes de matrimonio, en el que supuestamente todo es agradable y dulce.
«Se armó la gorda». A mediados del siglo XIX España era una potencia en franca decadencia, había perdido la mayoría de sus territorios coloniales en América y el descontento en la población crecía. Ante tal debacle, comenzó a generarse un movimiento revolucionario que estalló en 1868. El levantamiento, por cuya causa la reina Isabel II debió abandonar el país, vino precedido de un insistente rumor callejero en el que se utilizó un giro idiomático muy castizo: «se va armar la gorda». Con dicha sentencia se aludía a que se avecinaban conflictos de alto calibre; más específicamente, con «la gorda» la gente se refería al alzamiento militar.
«Mucho ruido y pocas nueces». Según cuenta el conde de Clonard, en 1597 las tropas españolas tomaron la ciudad de Amiens debido a una treta urdida por el capitán Hernán Tello de Portocarrero, que vistió de labradores a dieciséis de sus soldados que hablaban muy bien francés.
Estos hombres penetraron en la ciudad provistos de sacos de nueces, cestos de manzanas y un carro de heno. Apenas entraron en la ciudad, uno de los soldados dejó caer voluntariamente uno de los sacos de nueces, lo que movió a los soldados franceses a recoger las nueces del piso. Esta situación permitió a los españoles sacar sus armas de la carreta de heno y así reducir a las tropas locales para permitir el ingreso de una columna invasora. Posteriormente, los franceses recobraron la plaza, pero la astucia de la estratagema habrían dado origen al dicho: «ser más el ruido que las nueces».
«Me lo conto un pajarito». En general, las aves siempre han tenido fama de ser portadoras excepcionales de buenas y malas noticias.
Una de las muestras antiquísimas de esa creencia es el difundido arte de predecir el futuro por el vuelo y el canto de los pájaros. Otra, más cercana en el tiempo, está representada por el uso de las palomas mensajeras, que han prestado siempre valiosos servicios a las tareas de información y comunicación.
«Dar en el clavo». En la Antigüedad, existía un juego infantil llamado «hito», que consistía en fijar un vástago o un gran clavo a cierta distancia de los participantes, quienes desde su lugar arrojaban unos tejos anillados de hierro, de manera que el éxito en el juego lo lograban quienes conseguían acertar con el aro en el hito.
Y como el hito solía ser de hierro, por lo general se trataba de un clavo, la expresión dar en el clavo vino a significar lo mismo. Con el tiempo y como sucedió con casi todos los dichos populares, la gente comenzó a utilizarlo con otro sentido, en este caso, como equivalente de acertar en la solución de alguna cosa complicada.
«Vender gato por liebre». Esta frase viene precedida de la mala fama de los alimentos que servían en las posadas, hosterías y fondas. Era tanta la desconfianza de los comensales que llegó a hacerse usual entre ellos la práctica de un conjuro, previo a la degustación: parados frente a la carne recién asada, recitaban: «Si eres cabrito, mantente frito; si eres gato, salta al plato».
Por supuesto, este «exorcismo» nunca sirvió para demostrar la veracidad del alimento, pero dio origen a la expresión «te dieron gato por liebre», que con el tiempo se incorporó al lenguaje popular como equivalente de engaño malicioso.
«A otro perro con ese hueso». La expresión se usa como una forma de desanimar a quien quiere hacernos creer una mentira. El origen de la frase se debe a la ingenuidad de los perros, quienes en cuanto ven algo que se parece a un hueso salen corriendo tras él.
«Zapatero a tus zapatos». Según los testimonios de los historiadores Valerio Máximo y Plinio, la frase fue pronunciada en cierta oportunidad por Apeles, el pintor griego más célebre de la Antigüedad. Este artista acostumbraba a exponer sus cuadros en la plaza pública y así podía escuchar directamente la opinión de la gente acerca de sus trabajos.
En cierta oportunidad, Apeles había expuesto el retrato de una persona importante de su ciudad y un zapatero que pasaba por el lugar, se detuvo a observar la obra y criticó la forma de una de las sandalias del personaje. Apeles acató la observación del zapatero, llevó la obra a su taller, la rectificó y nuevamente la llevó al lugar de exposición.
Cuando el zapatero volvió a contemplar el cuadro, al ver que el pintor había acatado su sugerencia, se sintió autorizado para extender sus críticas a otros aspectos del retrato, lo que motivó a Apeles a encararlo y decirle: «zapatero, a tus zapatos». La expresión, desde entonces, se usa como consejo a quien pretende juzgar asuntos ajenos en los que no es experto.
«La tercera es la vencida». Expresión de tono optimista que asegura que, luego de haber fracasado en dos intentos, la próxima vez se logrará lo propuesto, por lo que se exhorta a la persona a perseverar en su esfuerzo. El origen parece estar en el vocabulario de la lucha cuerpo a cuerpo (y en otras clases de enfrentamientos), en la que el luchador que derribaba tres veces a su adversario ganaba, aunque algunos sostienen que, primitivamente, se consideraba ganador al que mejor se desempeñaba en un total de tres juegos.