«Si mi hermano pudiera prever esto/ evitaría la pobreza avara de los catalanes, para no recibir ningún daño», cita el florentino Dante Alighier en su célebre obra la «Divina Comedia» (Paraíso, canto VIII). Ya en el siglo XV, cuando fue escrita esta obra poética, la mejor forma de insultar a un catalán era recordar la rigidez de sus bolsillos. Un prejuicio extendido por la Italia medieval que veía con malos ojos la llegada de los comerciantes y soldados catalanes que acompañaban el dominio aragonés sobre Cerdeña y Sicilia, así como su influencia sobre el Reino de Nápoles.
El Papa Bonifacio VIII animó a los habitantes de Palermo a levantarse contra los«bárbaros»
En concreto, el escritor Josep Pla ubicaba la animadversión de Dante por los catalanes en el episodio histórico de las Vísperas Sicilianas, cuando la Corona de Aragón no escatimó en contundencia para consolidar su influencia en Italia.
La hostilidad contra los catalanes fue jaleada por los propios Pontífices desde Roma –la gran mayoría italianos– que no comulgaban con la llegada de tropas extranjeras a la Península Itálica. No en vano, el Papa Bonifacio VIII escribió en 1298 animando a los habitantes de la ciudad siciliana de Palermo a levantarse contra los «bárbaros». Y posteriormente, el odio contra los aragoneses, concentrado en los catalanes, sirvió como base par la leyenda negra que acompañó a todos los españoles del periodo imperial durante su hegemonía sobre Italia.
El tópico desembarca en España
Sin embargo, el tópico sobre la racanería de los catalanes se trasladó a España mucho más tarde, en el siglo XVIII. Como ocurrió en Italia, el aumento de los comerciantes catalanes en España despertó los prejuicios vinculados a este gremio. La excelente posición geográfica de Cataluña y su vocación marítima contribuyó al auge del comercio por toda la geografía española. Era costumbre que los segundos hijos de las familias pudientes catalanas se dedicaran al comercio, lo cual provocó el progresivo desplazamiento de los genoveses, holandeses e ingleses que, hasta entonces, habían sido los máximos beneficiados de la llegada de mercancías desde América.
«Los insultos que se usan contra los catalanes son los del mal comerciante»
«Las gentes de España conocían a los catalanes por su actividad comercial, de la misma forma que a los castellanos se los identificaba como funcionarios y letrados», explica Ángel Puertas, autor de «Cataluña vista por un madrileño» (Albores), que trata de desmentir los tópicos sobre los catalanes. Al ser portadores de liquidez, los catalanes lo aprovecharon para hacerse prestamistas, una actividad que nunca ha sido bien vista en la historia. «Los insultos que se usan contra los catalanes son los del mal comerciante: rácano, avaro, usurero…», recuerda Puertas.
Así, la palabra española «tacaño», que se refiere a una persona miserable, ruin, mezquina, pícara, sirvió para designar al comerciante llevado a su peor condición. Un insulto lanzado contra los catalanes, fruto de las rencillas locales, que también comparten los escoceses –dedicados históricamente al comercio– y los judíos, que en la Edad Media ejercían el trabajo de prestamistas, por el resto de Europa.
Pero, más allá de los prejuicios malintencionados, ¿hay en la actualidad alguna base detrás del insulto? En opinión del autor de «Cataluña vista por un madrileño», «nada hay de cierta en esta fama», lo cual no quita que «los catalanes tengan un trato más preciso del dinero producto aún de la tradición de comerciantes». «Es más frecuente que, por ejemplo, si estas tomando algo con los amigos cada uno se pague siempre lo suyo…», afirma Puertas, afincado en Palau de Plegamans (Barcelona) desde hace más de una década. Es, acaso, la leve huella de un insulto con más de siete siglos de historia.
Fuente [Abc.es]