Uno de los pilares fundamentales de la propaganda, desde los tiempos de Joseph Goebbels, es la exageración, es lo fantástico como herramienta para llamar la atención de la opinión pública y enrumbarla hacia los derroteros que te marca la estrategia político-comunicacional.
Se debe evitar confundir lo fantástico con el sensacionalismo, aunque la línea es muy débil poseen características distintas, inclusive en ocasiones su única distinción es la forma como el mensaje es presentado a los electores de una determinada área geográfica.
Muchas cosas verificables, normales, del deber ser carecen de capacidad para romper paradigmas o criterios preestablecidos en la mente de los votantes, por ende, es importante el uso de mecanismos que permitan romper las barreras psicológicas que se atraviesan en el camino en la proliferación de mensajes.
En ocasiones un rumor fantástico, increíble, imposible de verificar, y edulcorado con piscas de elementos veraces nos facilitará el procedo de ubicación de elementos comunicacionales en la psiquis de integrantes de una sociedad.
Tal vez aquella o esta denuncia alocada, casi ridícula, puede tener repercusiones en el inconsciente de los electores marcándolos con nuevos elementos de comunicación que nos abrirá un boquete donde más adelante podrán fluir con facilidad otros elementos que nos permitirán reafirmar el primero.
“Me quieren matar”, “al Comandante Chávez le inocularon con el cáncer”, estas son, aquí en Venezuela, expresiones fantásticas, y hasta demenciales para algunos, y a pesar de ello la insistencia de su argumentación disfrazada con elementos fácilmente comprobables como “la alta tecnología de los Estados Unidos” le han dado rasgos de veracidad.
Decir algo común es aceptado y analizado por los receptos que son objetos del mensaje, de esto no hay duda ni mucho menos discusión, asimismo los elementos del mensaje, el contenido de un discurso cargado de fantásticos elementos, casi febriles, y enmarcados en una sistemática campaña de acción comunicacional, pueden permitirnos ubicar imágenes en el inconsciente que reforzará e inclusive validarán la “información”.
Los venezolanos han sido víctimas de los procesos comunicaciones más fantásticos, Hugo Chávez fue un comunicador dotado de una capacidad brillante para hipnotizar a sus oyentes, gracias a esa aptitud en su período de gobierno se hablaba de conspiraciones, magnicidios, intentos de invasión, y sabotaje como lo más común del mundo dándole poderes inauditos de “maldad” a las fuerzas de la oposición.
Todo ser humano, consciente o no, fantasea.
Echar a volar la imaginación es una necesidad casi fisiológica, por eso, cuando otros te facilitan elementos para que puedas emprender el vuelo en el mágico mundo de tu cerebro lo tomas como una morfina que te alivia los dolores.
Hace unos días leía un libro sobre Programación Neurolingüística donde se esbozaba un caso clínico de un hombre trastornado que pensaba que era un cadáver y luego que el terapeuta le preguntara ¿los muertos sangran? Y este respondiera que “no” el médico procedió de repente a clavarle un alfiler en un dedo y cuando aquél se vio sangrando exclamó: ¡Oh Dios, estaba equivocado nosotros los cadáveres sí sangramos!
La anécdota nos permite ver como un mensaje fantástico: “soy un cadáver” convertido ya en una creencia firme es muy difícil de erradicar a tal punto que la evidencia, lógica, de lo contrario siempre tendrán una respuesta en marcada en lo ya sembrado en la mente, así ocurre con los mensajes fantásticos transformados en verdades comunes.
José Dionisio Solórzano/ @jdsolorzano