Roman Pirozek Jr. se divertía realizando arriesgadas piruetas con su helicóptero, acercando sus filosas aspas a metros de su cuerpo.
Normalmente le salían muy bien y lograba asombrar a todo el mundo. Hasta que el pasado jueves, en una de sus tantas maniobras, terminó perdiendo el control del dispositivo, que cayó del cielo a toda velocidad, le cortó parte de la cabeza y lo mató en el acto.
Pilotear estos helicópteros era la gran pasión de Pirozek, que incluso era vicepresidente del Seaview Rotary Wings, un club local de personas que compartían el hobby. Su modelo era un Trex 700, que tiene aspas de un metro y medio de largo, que giran a 2 mil revoluciones por minuto.
«Era conocido por su vuelo agresivo y frecuentemente realizaba trucos. Estaba haciendo uno cuando sufrió el golpe», contó la policía al Wall Street Journal.
Cuando los agentes arribaron al parque, Pirozek Jr. ya estaba muerto. Además del padre, presenciaron el hecho otros tres miembros del club.
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[Fuente: Infobae.com]