De sabor amargo, pero con un regusto dulzón característico, la alcachofa (también llamada alcachofera o alcaucil) es fundamental en la dieta mediterránea, por los beneficios que aporta para la salud y por su versatilidad en la cocina. Fuente.
Se puede preparar hervida, cruda en ensalada, salteada con ajos y jamón, en menestra, rebozada, asada, guisada, estofada, como complemento de arroces o carnes, e incluso troceada y añadida en pizzas, canelones o lasañas.
Así se cocina…
A la hora de cocer la alcachofa, se recomienda utilizar la menor cantidad de agua (que queden solo cubiertas), añadir unas gotas de zumo de limón o vinagre para evitar que se pongan negras y colocarlas en cazuela de barro o de acero inoxidable y no de aluminio, según aconsejan los expertos.
Cuando se cocina a la plancha y al horno sugieren que no se corten las puntas para así mantener su humedad. En cuanto a la alcachofa en conserva se puede mantener en agua y sal, en vinagre y congelada.
Una fuente de salud
1- Es rica en fibra, vitaminas (A, B, C y E), minerales (potasio, calcio, magnesio y fósforo) e hidratos de carbono. Destaca por su capacidad antioxidante y su poder diurético y depurativo, ya que el agua es su componente principal.
2- Ayuda a proteger el hígado, favorece la digestión, es buena en el tratamiento del estreñimiento, los cálculos vesiculares, la gota o el reuma, y ayuda en la reducción del colesterol malo (por su contenido en esteroles vegetales), en la función hepática y en las afecciones de la piel o las digestiones pesadas (cuando se consumen alimentos grasos).
3- Es aconsejable para las personas diabéticas por su elevado contenido en inulina, que también estimula el apetito, y es una verdura ideal para perder peso y eliminar grasas por ser baja en calorías.
4- Contiene cinarósidos y flavonoides, de eficaz acción antiinflamatoria, y cinarina, sustancia que le da el sabor ligeramente amargo y que estimula la secreción biliar.