“La puerta de la fe” por Víctor Corcoba Herrero

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La fe es una puerta a la luz, al significado de lo que vemos y vivimos, a lo que somos despojados de la vanidad, al horizonte de la vida y al confín de los tiempos. Pobre de la civilización que pierde la fe en sí mismo, en sus semejantes, en sus raíces y tradiciones. Por consiguiente, creo que hemos de liberarnos de la desfigurada idea de que la fe ya no tiene interés en un mundo de dioses (y endiosamientos) como el actual.

Sin fe no se puede vivir. Es parte del problema de la civilización de hoy. Nada se moviliza, sino es a través del empuje de la fe. Mal que nos pese, ella es la que nos mueve y nos conmueve, la que nos hace más humanos y menos insensibles a los lenguajes del mundo. El amor es fe y no ciencia llegó a decir el visionario Quevedo. Ninguna persona puede tener fe en los demás si antes no se ama asimismo. La misma naturaleza humana, inmersa en un universo de músicas y de expresiones, es algo muy difícil de comprender para el ser humano desprendido de la fe.

La puerta de la fe tiene que estar siempre abierta para aquel que quiera pasar, mirar y ver; interrogarse, o redescubrir vivencias de sus semejantes. Por tanto, estimo muy saludable para el mundo, y sus moradores, que Benedicto XVI acabe de instituir el año de la fe con un "Motu Propio". Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. Creer, desde luego, no es un hecho privado, sino un compromiso a compartir y a ofrecer. Ciertamente, son muchas las personas que se encuentran en búsqueda y, a veces, no hallan, incluso dentro de esa misma sociedad que dice cultivar la fe, la acogida necesaria para facilitar ese encuentro consigo mismo, esa reflexión que todo corazón humano precisa.

Déjenme subrayar que la fe es algo que se vive y se comparte. No es patrimonio de nadie y es patrimonio de todos. Todos podemos ser guardianes del depósito de fe, pero sin apropiarla egoístamente para sí. Enriquece, pues, la convivencia social. La buena fe es el fundamento de toda sociedad, dijo Platón. Ahora bien, pienso que el mismo cristianismo debiera ejercitar mucho más la autocrítica, sobre todo a la hora de cuidar su propia herencia cultural, reaccionando, por ejemplo, ante el folclore que se injerta en muchas peregrinaciones, de dudosa religiosidad, puesto que nada tienen que ver con el recogimiento de la creencia.

Todo lo que se hace con fe tiene sus frutos. Si no hay frutos es que no se hizo con fe. Sin duda, cuanto mayor sea el conocimiento de unos y otros, mayor ha de ser la comprensión; y cuanto más penetremos en el ser humano, más nos acercaremos a Dios, más clara será la visión de Dios en el hombre, y, por ende, más respeto sentirá por el hombre. La razón de la fe, pues, debe encontrar espacio y tiempo en este mundo de prisas y de prosas, que no suele llegar al verso, y así es difícil abrazar el cielo.

Por Víctor Corcoba Herrero

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