En apenas horas inicia en Brasil la gran fiesta mundial de la Iglesia Católica… La cita juvenil a campo abierta más grande del planeta, que aún hoy sigue sin ser superada por ningún otro evento o espectáculo de masas.
Creada por el Papa Juan Pablo II para convocar a los jóvenes y reavivar la fe en Dios y su Iglesia, esta convocatoria internacional que se realiza en un país distinto cada tres años es también una respuesta a la sed que de buenas-nuevas tienen los jóvenes en Latinoamérica. Y Venezuela no escapa de ello.
Más aún, se convierte este país en un referente de cuán despiertos están los muchachos que apuestan por un mundo mejor, si se tienen en cuenta las innumerables trabas que se consiguen para poder acudir a la Jornada Mundial de la Juventud JMJ. En esta oportunidad para participar en Río de Janeiro, con el Papa Francisco.
El caso venezolano es especial… ¿La razón? Los dólares y las indecibles dificultades para acceder a la divisa preferencial, un lujo inexistente para estos muchachos que se ven obligados a comprar la moneda extranjera en el mercado paralelo, a fin de cumplir su sueño de gritar al mundo su fe y saludar al Papa.
Y es que para nadie es secreto que desde hace ya varios años es una verdadera odisea obtener los preciados billetes verdes si se pretende salir de las fronteras de la expotencia petrolera, y sobrevivir con algo de dignidad y sin tanta hambre en el bolsillo.
Durante al menos tres años reúnen dinero para pagar un boleto aéreo. Pero en esta oportunidad, la devaluación implementada por el Gobierno a principios de 2013 descuadró la agenda de más de uno, acabando con el sueño de miles… El pasaje, que costaba 5 mil bolívares fuertes (800 dólares, al precio oficial actual de 6.30) pasó a 20 mil tras la primera devaluación, aunque ésta sólo incrementó el diferencial cambiario en 50%.
En Táchira, por ejemplo, región fronteriza con Colombia, se anotó más de un millar de jóvenes en 2010 para acudir al evento… Comenzaron el camino de reunir el dinero, al tiempo que se preparaban espiritualmente para la cita.
En 2011 eran 850 muchachos, en 2012 poco más de 500; pero los cambios de la moneda y la imposibilidad de acceder a precios oficiales dejó la delegación en 300. Finalmente, sólo viajaron 160.
Aunque se organizaron para obtener los billetes e inicialmente les dieron el visto bueno, el Gobierno dejó a la amplia mayoría por fuera aduciendo que el viaje era de turismo y placer.
Sólo 5% de los más de 6 mil chicos de Venezuela que pese a tales dificultades logró comprar el boleto aéreo, posee tarjeta de crédito, requisito indispensable para acceder a la moneda extranjera. El 95% restante tendrá que arreglárselas con dinero prestado, obsequio de amigos, o el dólar paralelo por el que habrían pagado, según ellos mismos nos informan, hasta 7 veces el precio oficial.
Quienes tuvimos el honor de acompañar al Papa Benedicto XVI en Aparecida (Brasil) durante su primera visita apostólica a América Latina, pudimos confirmar lo sumamente costoso que resulta para un venezolano en estas circunstancias una visita a esa nación.
Una carrera en taxi, por ejemplo, tiene un precio que oscila de 15 a 20 veces más lo que se paga por ella en Venezuela. Pero no sólo en el transporte se nota la diferencia: incluso la comida y la estadía tienen costos dramáticamente más altos, si el pago se hace con los reales obtenidos con divisa paralela.
Los muchachos no van ingenuamente. Saben a lo que se atienen. Saben también que dependen casi totalmente de la maravillosa cordialidad del pueblo carioca.
Pero entonces, ¿qué los lleva a estos sacrificios? ¿Cómo es que un jovencito que bien podría disfrutar de estupendas vacaciones en su país, decide esta aventura de ahorrar durante tres sacrificados años llenos de privaciones?
¿Qué anima a un muchacho despierto a lanzarse con su morral y botas al fin del mundo para escuchar a un abuelo de al menos 80 años en un estadio?
Ni siquiera los conciertos de rock en la playa ostentan los récords de participación que alcanzan las JMJ. Lo comprobamos en Sídney (Australia) cuyas cifras oficiales superaron por mucho a las de las Olimpíadas.
Ni qué decir de Cuatro Vientos, en Madrid (España), donde una tempestad no puso amainar el coraje y la valentía de dos millones de muchachos quienes con alegría inquebrantable siguieron con furor al Papa Benedicto XVI.
Estos grandes milagros que tenemos la hermosa oportunidad de testimoniar y vivir sólo se pueden explicar con una palabra: “Fe”.
Y es que este planeta sabrá mucho de trampas, seducciones y corrupción. Pero el impactante grito que es la JMJ nos deja claro que los jóvenes tienen sed de Dios y confían plenamente en Él para apostar por la construcción de un mundo…. definitivamente mejor.
Por: Carlos Zapata / @zapatacar