Cada vez que veía a un grupo de gatos arremolinados en los locales informales de venta de pasteles y empanada, siempre me pregunté de forma desafortunada, si quizá estos felinos podrían ser la materia prima del día siguiente para estas piezas de degustación popular.
Más que esta temible y dislocada deducción superficial, se encuentra el hecho de que en Venezuela hablar de hambre es ser reiterativo. A través de un estudio efectuado por el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), así como de tres universidades del país, los venezolanos perdieron una media de ocho kilos durante 2016, cuya inconmovible certeza no sorprende a nadie, pues la desgarbada anotomía del ciudadano se vislumbra con sólo medio asomarse a las calles de un país preocupado enteramente en qué llevarse a la boca.
El descenso de los nutrientes básicos, según el inusual estudio, se debe a la escasez de alimentos y a la inflación galopante, además del impedimento abismal y más cotidiano que tenemos todos, para alcanzar el consumo de carne, pescado, leche y de nuestra apreciada harina de maíz, camuflada en los últimos tiempos en los empaques provenientes de Colombia y a precios elevados.
Por eso no sorprendió sobremanera que saltara la información de que dos hombres despellejaron y deshuesaron a un perro en Quinta Crespo, para poder comer.
No sabemos si estos exasperados sujetos tuviesen, más allá de una desesperada valentía por acorralar a un pobre animal domestico e ingenuo frente su inusual destino, un hambre tan atronador que desconocemos aún más si esta nueva costumbre ahora asumida en las calles de Caracas, proviene de tiempos remotos o de civilizaciones desconocidas.
Lo indiscutible es que estos dos pobres hombres hambrientos tenían la inquietante necesidad de cumplir con sus deberes gástricos, por ello no tuvieron otra opción que descuartizar y destripar a este canino, en cuyos platos además del peculiar estofado, contará con contornos provenientes del mucho escrutar en la basura.
Entretanto, El gobierno venezolano sigue manejando a su antojo los recursos, donando cinco millones de dólares a los desmanes naturales suscitados en Texas. Las ecuaciones sociales de este régimen siempre han sido grotescas, pues sin pudor han invertido los dineros de la nación en el exterior, dejando a nuestro país con los bolsillos vacíos frente a las necesidades básicas.
Esta muestra de conmiseración internacional con su principal enemigo político no sólo fue en dólares, sino ahora el Ejecutivo nacional tuvo el atrevimiento de suministrar combustible gratuito para apoyar a estas víctimas del huracán Harvey, pese a ser el país más rico del planeta y a nuestros ciudadanos no les alcance ni para costear el pasaje en nuestro paupérrimo sistema de transporte.
Mientras, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Raad al Hussein, ya no se apoca para sus aseveraciones, considerando que la situación en Venezuela empeorará a causa de “la crisis económica y social y de las crecientes tensiones políticas”.
Si la nueva degustación gourmet en el país son los pellejos caninos, servidos con el implacable apetito de la necesidad sin respuesta, imaginamos que cuando las severas sanciones económicas norteamericanas comiencen a recrudecer, las suculentas mesas en Miraflores continuarán, mientras las polvorientas vías y calles venezolanas carecerán de los acostumbrados e ingenuos perros vagabundos.
Por: José Luis Zambrano Padauy / @JoseLuis5571 en Twitter
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