“No te hagas paltas”, dice Romina. “Qué vergüenza, es la primera vez que me pasa”, responde Juan Carlos. Él está preocupado porque en su oficina hay el rumor de que habrá un recorte masivo de personal. De hecho, a dos compañeros suyos no les han renovado contrato. Esta situación de incertidumbre lo tiene ansioso, a tal punto que está afectando su vida sexual. Cuando dice “es la primera vez que me pasa”, se refiere a que no ha podido tener una erección satisfactoria. Más que “hacerse paltas”, la mente de Juan Carlos está enterrada en un pantano de guacamole. Romina no sabe nada de esto.
Carla ha sido criada bajo una estricta e inflexible educación moral. Va a misa todos los domingos. David, su novio, está a punto de dejarla porque no comprende cómo es posible que ella se rehúse a practicarle sexo oral. “Si somos pareja”, argumenta él. “Es que eso es malo, eso no lo hacen chicas como yo”, responde ella. Pero las restricciones de Carla van más allá. Solo está contenta con una pose (el misionero), no quiere saber nada de previos extensos, tampoco desea experimentar juegos eróticos. David la ama, pero su actitud lo desconcierta.
Joel perdió a su madre hace más de un año. Ha pasado un buen tiempo. Ana María, su esposa, está preocupada porque, desde entonces, casi ya no tienen vida sexual. En todo ese lapso, solo han tenido contados encuentros sexuales. Tres, para ser exactos. Es que Joel se muestra desinteresado. Prefiere ver televisión o dormir temprano antes que intimar sexualmente con Ana María. “¿Ya no le gusto?”, se pregunta ella. Sin embargo, su mayor sospecha es la siguiente: Joel atraviesa una fuerte depresión. No le pregunta nada porque teme herirlo.
Úrsula quiere saber por qué Germán, su enamorado, se excita tanto con las “cosas de nerds”. Él, fanático de los cómics y de la ciencia ficción, ha comprado todo un arsenal de máscaras y juguetes. Pero no para él, sino para ella: quiere que Úrsula se caracterice durante el sexo. Que use la máscara de Darth Vader y el bendito sable de luz. Que se ponga el disfraz de Optimus Prime. Que haga sonidos con “la cosa esa de Iron Man”, como dice Úrsula en relación con los guantes del superhéroe de Marvel. No obstante, hasta ahora no se le ha ocurrido preguntarle lo siguiente: “¿Qué te pasa?”.
Estos cuatro casos tienen un punto en común: la falta de diálogo. Romina entendería que la ansiedad de Juan Carlos le está trayendo problemas. David y Carla tendrían una mejor vida sexual si ambos conversaran, expusieran sus puntos y hasta cedieran un poco para probar experiencias nuevas. Ana María podría hablar con Joel y ayudarlo a superar esa pena. Úrsula debería resolver sus dudas y, antes de seguir disfrazándose, saber por qué su novio le pide esas cosas. Así, ella podría pedirle que se disfrace de Batman, su mayor sueño desde que están juntos. Si hay amor, todo es posible.
DATOS
– Según el Informe Durex sobre Bienestar Sexual 2012, solo cuatro de cada 10 personas deciden hablar con sus parejas para solucionar los problemas íntimos.
– “Pueden estar desnudos en la oscuridad pero, a menos que compartan realmente y sean vulnerables, no van a tener la vida sexual que desean”, sostiene la experta Laura Berman.
[Fuente: peru21.pe]