Las constantes apariciones en la prensa nacional del presidente de la Asamblea Nacional (AN) y jerarca del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello, es sinónimo del miedo que cunde en el ambiente del oficialismo.
Un “jefe” enfermo, fuera del país, sin reemplazo obvio o por lo menos sencillo en el seno de aquella maquinaria electoral que hace las veces de partido de gobierno, son parte de las señales inequívocas de que algo está pasando en el corazón del régimen, y nada bueno es cuando, como diría Sancho Panza a Don Quijote, “los perros están ladrando”.
Diosdado, que ya vivó aquellos días aciagos del 11 al 13 de abril, se encuentra como el picado de culebra, “cuando ve bejuco se espanta”. El vocero oficial del Psuv hace caso omiso al señalamiento del hermano del presidente, Adán Chávez, quien lanzó la advertencia hace unos días de un nuevo Páez en la revolución, pero sale corriendo a escenificar una escena casi novelesca con Elías Jaua de amor y sentimiento profundo.
El desespero chavista se siente y se palpa por doquier, la ausencia del “jefe” empeora la situación, ellos saben que muchos de esos anuncios de las mejorías del Presidente tal vez no concuerden con la verdad médica. La situación está color de hormiga, y Diosdado vuelve a estar en la picota dentro del gobierno.
Los tres millones de voluntades democráticas que se expresaron sin miedo el pasado 12 de febrero, fue otra demostración de que las cosas marchan por sendas contrarias a los boinas rojas, y ante esto vuelve al ataque el desesperado Diosdado, quien siendo “más papista que el Papa” y más “chavista que Chávez”, arremete en contra de los demócratas de este país. Otra evidencia más del temor.
La agresión en contra de las actividades de Campaña de Henrique Capriles Radonski, la más sonora la sucedida en Cotiza, son manifestaciones que la realidad política se le escapa de las manos tanto a un vicepresidente cada día más minimizado y a un vocero oficial cada vez más iracundo.
Pero estos tópicos no son los únicos que ven afectado la estabilidad emocional de los jefes del régimen, la situación social de los venezolanos es el factor más determinante de la bomba de tiempo que parecen tener en sus manos, que explotará en una avalancha de votos castigo el próximo 7 de octubre.
El pueblo de Venezuela no sale de una protesta, el país está tomando un rumbo de rebeldía social que atemoriza a quienes vaya ironía de la vida son “revolucionarios” pero que estuviesen más tranquilos al cuido de unas bayonetas reaccionarias que dominarían el sentimiento de frustración de un pueblo de hastiado de 13 años de promesas incumplidas y de discursos interminables y poco efectivos.
Diosdado está desesperado, así como lo están los otros jerarcas del Psuv, el ambiente no es fácil ya casi no se escuchan aquellas manifestaciones de amor profundo de la gente por la llamada “revolución bonita”, esas expresiones de “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo” son parte de la historia mágica venezolana, el pueblo está arrech… y ellos lo saben, mientras tanto el “jefe” convaleciente en la Habana espera superar su mal, y sus acólitos aquí en el país pretenden desesperadamente hacerle frente al avance indetenible del autobús del progreso con Henrique Capriles al volante.
[Fuente: Simone Augello / @simone_augello]