Ni la pasión que genera un mundial de fútbol ha jugado a favor del gobierno para tapar la crisis. La pésima gestión nacional “jugó” a que Brasil 2014 les sirviera para bajar la tensión y que la gente se apartara de los graves problemas que vive Venezuela. Pero hasta en eso fracasan.
Históricamente el pueblo venezolano se apartaba parcialmente de sus preocupaciones cuando llega el mundial de fútbol. La actual crisis es tan grave que ha sido la excepción en esa tradición. Hoy el pueblo sigue los partidos de sus selecciones favoritas, pero sigue angustiado con la profundidad de los problemas que los agobian.
Hoy la mayoría casi absoluta de los venezolanos disfruta de los partidos encerrados en sus hogares, o como decimos popularmente “encapillaos”, por temor a salir a la calle a disfrutar con los amigos en algún sitio que ofrezca las comodidades más especiales para ver cada juego. Y más se aleja la gente de esos placeres, cuando sacan las cuentas del dinero que debería desembolsar por esa diversión.
Pocos son los venezolanos que hoy en día invitan a familiares y amigos a disfrutar, por ejemplo, de una parrillada en familia y presenciar el juego estelar del día, ante los elevados precios de la carne y demás integrantes de la alineación gastronómica. Eso sin contar con los costos prohibitivos de las cervezas u otras bebidas. Todo está tan caro, que esa recreación se realiza en “íntimo”.
La crisis venezolana no es un juego. Para los venezolanos sus penurias sobrepasan el interés por un mundial de fútbol. Estamos acostumbrados a las colas, pero no para ingresar a un estadio, sino para tratar de conseguir los alimentos y demás productos de primera necesidad.
Este supuesto proceso revolucionario es amante del show y la fanfarria. Por eso esperaban que Brasil 2014 bajara la presión social por la inseguridad, escasez e inflación. Nada más lejos de ese resultado. Cada día hay mayor conciencia sobre las dificultades que vive el país.
Lo peligroso de “jugar” al mundial de fútbol es pretender “esconder” detrás del juego de Colombia, Argentina, Brasil, Alemania, España o Italia, por ejemplo, las decisiones impopulares que están tomando. Lo hacen adrede para evitar el rechazo colectivo y eso terminará siendo muy peligroso.
Insisto en mi permanente prédica: el gobierno debe asumir con seriedad el volumen real de la crisis. No puede seguir jugando con fuego. El país se está deteriorando a un ritmo muy acelerado y a una velocidad mucho mayor se acaba la paciencia del pueblo.
Lo mejor que pueden hacer es aceptar que el modelo socialista y centralista se agotó, fracasó y debe ser cambiado. Con mucha sinceridad debe hacerlo si de verdad quiere frenar el estallido social que está en puertas. De hecho ya la gente está en la calle en largas y agobiantes colas ¿Cuánto más podrá aguantar Venezuela?
Al gobierno nacional se le agota su tiempo, mientras las ideas se le agotaron hace mucho. Hoy la crisis los tiene encerrados en su área. Tratan de defenderse, pero erran en su estrategia. Están a muy poco de ser goleados por los ciudadanos. La mejor táctica no es replegarse, sino enseriarse y si no saben cómo resolver la crisis, lo mejor es retirarse. La crisis venezolana es “mundial”.
Por Pablo Pérez