«Aquí entran siendo niños, pero salen convertidos en máquinas de matar», afirma sin tapujos Abdul Rasah, un sargento desertor, mientras entrena a una veintena de muchachos de 14 a 18 años que pronto se sumarán, generalmente con el beneplácito de sus padres, a las filas de los rebeldes sirios que combaten contra el ejército de Bashar al Asad. «Aquí, desde que son pequeños ya están empuñando armas de juguete; Y cuando son un poco mayores los propios padres les enseñan a utilizar las de verdad. Esto no es Occidente; aquí no se juega a la guerra; Aquí la guerra está a 10 kilómetros «, asevera el instructor, señalando hacia el aeropuerto de Menag (norte), desde donde se oyen con nitidez los disparos de artillería.
Sus alumnos le miran con veneración y respeto absoluto.
«¡Moosab!», grita Rasah con ira, para que los demás escuchen la reprimenda. «¡Se supone que le tienes que matar; no acariciar el pecho!», reprende a uno de ellos. El joven, de 14 años, ha conseguido desarmar a su enemigo pero al tener que hacer el gesto de apuñalarle, en vez de un puñetazo en el estómago le coloca la mano sobre el pecho. El niño agacha la cabeza, avergonzado.
«Estoy muy orgulloso de mi hijo; sé que portará la bandera del Islam con honor y se convertirá en un buen soldado», afirma su padre, Abu Kamel, que combate en el Ejército Sirio Libre (ESL), al igual que sus nueve hermanos y diez sobrinos.
Moosab, a quien le está naciendo un tímido bigote, sueña con acompañarlos. «Si Alá lo permite, lucharé en Damasco junto con mis primos», afirma este amante del fútbol seguidor del Real Madrid.
Sobeh, de 15 años, es el más veterano de los reclutas, con más de 50 días de instrucción en esta academia de la provincia de Alepo.
«Vine porque mi padre y mis hermanos mayores están combatiendo con el ESL y quiero ir con ellos. Me costó convencer a mi padre, pero al final lo logré y él mismo me trajo», explica.
Bashar, de 16 años, es el más novato. Sus hermanos lo inscribieron. «Mi padre murió luchando en el ESL (…) y quiero vengarlo», afirma. Nunca ha estado en un combate. Pero «lo he visto en las películas y en la televisión». «Sé que no es un juego y que muere gente; pero es donde quiero estar», agrega.
Mustafá, de 14 años, parece menos convencido, pero repite las consignas que le indican los adultos: «Quiero luchar por mi país y por mi familia; y si tengo que dar mi vida, estoy dispuesto a darla. Sólo Alá sabe mi futuro», declara.
«Los niños son los mejores soldados que conozco. Ordenas y obedecen. Un adulto puede replicarte una orden o cuestionarte. En cambio, estos muchachos no dudan. Son perfectos soldados», afirma el exsargento Rasah.
En seis meses, este instructor, de 38 años, impartió su formación a unos 500 niños y adolescentes.
Muchos perecerán en combate y no verán el futuro que le espera a Siria, pero «vendrán otros a remplazarlos», confía.
El relevo es crucial: en veintidós meses, la represión y la guerra civil siria dejaron unos 60.000 muertos, según datos de la ONU.
Organizaciones de defensa de derechos humanos han acusado con frecuencia tanto a los rebeldes como alas fuerzas del régimen de Los grupos de defensa de
Una de las particularidades del conflicto sirio es la implicación de las familias en el alistamiento de niños, estima Jean-Nicolas Beuze, responsable de Unicef para Medio Oriente y África del Norte.
«No hay un reclutamiento activo de niños, como en otros conflictos. Los jóvenes se presentan espontáneamente, alentados por sus familias, aunque los jefes de los grupos armados tienen la obligación de rechazarlos» y quienes no lo hacen incurren en «una violación grave de los derechos del niño», dijo Beuze a la AFP.
En internet abundan los videos, difundidos por medios internacionales o por brigadas rebeldes que convirtieron a los niños en mascotas, donde se ve a chavales con kalashnikovs y, en un caso, con un lanzacohetes más grande que él.
Los partidarios del régimen también difunden ese tipo de videos, cuya autenticidad es difícil de verificar, para desprestigiar a sus enemigos. En uno de ellos, particularmente atroz, se ve a un niño que decapita a un hombre con un hacha. Los hombres que lo rodean, presentados como rebeldes, lo felicitan, separan la cabeza del tronco y la hacen rodar por tierra, delante de su joven verdugo.
[Fuente:AFP]