Israel aplica su «puño de hierro» con el derribo de viviendas de terroristas

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La «mano dura» prometida por Benyamin Netanyahu recupera fórmulas de las anteriores intifadas como la destrucción de casas de las familias de palestinos que cometen ataques contra israelíes. Poco después de que dos primos del barrio Jabal Mukaber de Jerusalén Este vinculados al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) irrumpieran con hachas, cuchillos y pistolas en una sinagoga y mataran a cinco personas, la acción más sangrienta que sufre la ciudad santa desde 2008, el primer ministro ordenó el derribo de sus casas y las de las familias de los responsables de los anteriores ataques con atropellos y cuchillos. La orden siguiente se ejecutó durante la noche. Las fuerzas de seguridad bloquearon los accesos del barrio de Siwan y derribaron la vivienda de la familia de Abd al-Rahman al-Shaludi, responsable del atropello mortal que el 22 de octubre costó la vida a un bebé de tres meses y a una turista ecuatoriana en una parada del tranvía. «El ocupante israelí quiere dividir a la familia y obligarnos a desplazarnos a otro lugar. Piensan que tirando las casas de los mártires van a derrotar a la gente de Jerusalén Este, pero la violencia solo trae más violencia», confesó a la agencia Maan entre los escombros la madre del «lobo solitario» de 21 años abatido de forma inmediata por disparos de la Policía tras el atropello.

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Un niño pasa delante de la casa destruida del terrorista palestino Shaludi en Jerusalén Este

Esta práctica de castigo colectivo era habitual hasta 2005, pero tras el final de la Segunda Intifada sólo se ha empleado de forma puntual después de que un informe del Ejército revelara que «no tiene un efecto disuasorio contra el terrorismo». Una conclusión obtenida tras la demolición de 664 hogares en los cuatro años anteriores, como recoge la organización de derechos humanos israelí B’Tselem, que califica la demolición de casas de «enorme error» y denuncian que atenta contra «los estándares básicos de la moral porque castiga a unos por las fechorías de otros».

La orden de Netanyahu, al que por primera vez le toca lidiar con un levantamiento palestino en Jerusalén Este y Cisjordania después de una década de calma marcada por la apuesta por la resistencia no armada defendida la Autoridad Nacional Palestina (ANP), seguirá en los próximos días con los inmuebles del resto de familias de los palestinos que, con atropellos, cuchilladas y hachazos, protagonizan desde hace poco más de un mes los que los medios de Israel bautizan como Tercera Intifada.

Nuevos asentamientos

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La política de mano dura llega acompañada por el anuncio de la ampliación de los asentamientos ilegales. Mientras la vida volvía a la normalidad en la sinagoga del barrio de Har Nof, donde unas velas recordaban a los caídos y ya se habían limpiado todas las huellas de la matanza, Israel aprobó la construcción de 78 nuevos hogares en Har Homa y Ramot, colonias de Cisjordania. La construcción en los territorios ocupados se ha disparado durante los mandatos de Benyamin Netanyahu y esto supone una «seria amenaza» para el moribundo proceso de paz, en palabras del secretario de Estado estadounidense, John Kerry. Opinión compartida por la Unión Europea.

Junto a la ocupación, el intento de radicales judíos de subir a rezar a la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo, para el judaísmo) se ha convertido en otro de los motivos principales para el estallido de violencia en el lado palestino. Mahmud Abás considera una «línea roja» la variación del estatuto por el que sólo los musulmanes pueden rezar en el que es el tercer lugar santo para el islam, primero para los judíos, y la gente se ha echado a las calles sin importar el reforzamiento de la seguridad y el endurecimiento de las penas.

Contención

Jordania es el país encargado de custodiar el lugar santo para musulmanes y judíos y su Gobierno emitió un comunicado para pedir «contención» a ambas partes. El portavoz gubernamental, Mohamed Momani, reiteró además «la actitud firme de Jordania de condenar todos los ataques a civiles y actos de terrorismo y violencia sin excepción». Una condena en términos similares a la formulada 24 horas antes por la ANP. Amán fue escenario la semana pasada de una cumbre a tres bandas que contó con la presencia de Kerry, Abás y Netanyahu, pero el encuentro no ha logrado resultados y la crisis sigue abierta.

Las fuerzas de seguridad han colocado puestos de control en los barrios de Jerusalén Este, se han levantado ciertas restricciones para el uso de armas de fuego y se buscan voluntarios para la formación de patrullas urbanas que complementen el trabajo de las fuerzas de seguridad. Las dos caras de la capital que reclaman palestinos e israelíes están más separadas que nunca y el miedo se ha apoderado de los vecinos de uno y otro lado de la Línea Verde, el límite que cayó en 1967 tras la guerra ganada por Israel que se anexionó el este de la ciudad.

Fuente [Abc.es]

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