Internet y la cultura de mañana de @nuneznoda

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Ya hemos revisado en artículos anteriores algunos efectos culturales de Internet, visto principalmente por observadores apocalípticos (tipo John Humphrys), que resaltan el efecto destructivo de la gran red.

Justo cuando me disponía comenzar este artículo sobre aspectos más positivos, me topo –frente a frente- con un artículo de Mario Vargas Llosa en El País del 31/Jul/2011. El escritor peruano no es, precisamente un fan de las computadoras y de internet.

En 2006 ya la había cargado contra la literatura digitalizada vs el ancestral encanto del papel. Declaró entonces que si las computadoras y dispositivos sustituyeran a los libros “se perdería la comunicación íntima” y el “tipo de diálogo” con el lector. “Qué desesperación si la pantalla supliera a las páginas del libro”, se lamentaba.

En su artículo de El País, “Más información, menos conocimiento”, el Premio Nobel se refiere al autor Nicholas Carr quien “un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector, y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una o dos páginas de un libro, y, sobre todo si aquello que leía era complejo y demandaba mucha atención y reflexión…”

Lo que está en juego es trascendente. Carr, vía Vargas Llosa, reconoce que el impacto cultural de internet “significará una transformación tan grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano como lo fue el descubrimiento de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV”.

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A la par de resultados tecnológicos indudables, dice Vargas Llosa, los estudiantes “no tienen la culpa de ser ahora incapaces de leer “Guerra y Paz” o El Quijote. Acostumbrados a picotear información en sus computadoras, sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración… han sido condicionados para contentarse con ese mariposeo cognitivo a que los acostumbra la Red quedando “vacunados contra el tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee, y que es la única manera de leer, gozando, la gran literatura.”

Concluye el cronista: “… Debemos inquietarnos si [el] progreso significa [según el erudito Van Nimwegen] que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce ‘la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos’. En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.”

Opiniones en mi red

La conciencia de lo crucial de esta evolución crece cada día. Federico Boccanera (@fboccanera), amigo tuitero quien, obviamente, se siente intrigado y fascinado por el tema, dice que el escenario es “aterrador” porque “vamos por primera vez hacia la posibilidad de una comunicación omnidireccional e indetenible a escala universal. Nacerán medios descentralizados por naturaleza, rebeldes hasta la pesadilla y no limitables en sus fronteras…”

Medios que igualan y ponen a todos los usuarios, más o menos, al mismo nivel de acceso y alcance. Un panorama que constituye, al decir de Boccanera, “la plataforma para un nuevo salto cuántico en términos sociales, sociológicos… y ya nació.”

Sobre el artículo de la semana pasada (“La deconstrucción del lenguaje”) recibí el mensaje de Beatriz Ugas, cultora de los idiomas quien vive en Alemania: “Sin equilibrio en el cultivo del idioma literal, coloquial y virtual solo se pude hablar de corrosión. Los pueblos que [hablan un idioma] definen el camino: ni contar el desastre que ocurrió en Alemania en 2005 tras la ‘Reforma ortográfica’, substituyendo la forma clásica de deletrear por ‘como suena’ …”

Descarrilamientos culturales autoinfringidos, pero en pequeña escala comparados con internet, su alcance y su influencia global.

Rayos de esperanza

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Dentro de estas perspectivas “aterradoras”, hay que destacar pinceladas más coloridas y prometedoras.

Para volver a la diatriba de Vargas Llosa contra la nueva escritura-lectura, incluso si sólo hablásemos de texto, las llamadas TIC ya cambiarían para siempre la mecánica y la dinámica del escribir-leer.

Basta el hipertexto para mandar la linealidad al trasto de forma fácil, portátil y libre. Datos dentro de los datos, que se ven o no según convenga, poco a poco hacen de este leer y escribir sea algo que quizá Vargas Llosa no quiere llamar literatura.

Surge la maliciosa duda de que quizá no había inclusión multimedia en la literatura simplemente porque no se podía. Y ahora se puede. Entramos en un mundo con recursos de información nuevos y poderosos donde las Seis propuestas para el próximo milenio (1985) de Italo Calvino, quizá sea la mejor guía, al sugerir considerar el libro como un “fetiche que no debe inmovilizar la experimentación de nuevas formas.”

Si la “imprenta digital” es un hipermedia se hará necesario crear contenidos hipermedia.

No se puede afirmar todavía que la literatura puede ser multimedia, en el sentido de mostrar imágenes, video y sonido. Pero sí parece razonable aceptar que cualquier cosa electrónica, hipertextual o programable que se haga con los textos cae dentro del ámbito ortodoxo de la literatura. De allí que la literatura, al ser ejecutada ahora en el nuevo hipermedio digital, cambie para siempre conservando su propia esencia artística.

Siempre me ha parecido que es mejor tomar ese camino con entusiasmo porque lo que viene no son sólo rígidas pantallas de PC, laptops o tabletas sino, literalmente, el papel del mañana: flexible, estirable, barato, vestible, capaz de recubrir desde un visor hasta una pared, capaz de transmitir texto, imágenes, sonido y video.

Por eso, saludemos el cambio cultural. Hay, como dije, puntos brillantes. Enumeraré y comentaré dos, porque el poco espacio que resta me obliga a una extensión de esta serie en la próxima columna.

Conocimiento mejor informado

Si una persona logra vencer el micrométrico rango de atención moderno, si es capaz de penetrar la superficie y, ¡milagro!, leer extensivamente… la hiperconectividad y abundancia de información serían un gran activo para la formación de conocimiento.

Con miles de fuentes de calidad (estamos claro: también millones más de dudosa confiabilidad) el conocimiento se aceleraría y perfeccionaría, dado que uno puede llevar –literalmente– miles de bibliotecas consigo.
Las bibliotecas no sólo son leíbles, sino percibidas en imágenes, videos y audios, haciendo la experiencia educativa mucho más correspondiente con la realidad físico-social.

Autoregulación

Se observa que las redes sociales tienden a procurarse su propio equilibrio. Hemos hablado en esta columna de cómo un rumor o información no confirmada, hacen que la gente investigue, recurra a fuentes confiables y, finalmente, valide.

Gente con agendas de agresividad o manipulación suele ser relegada o “etiquetada” como problemática. Los grupos tienden a buscar una “paz social” que sólo se rompe cuando hay divisiones grupales y subsecuentes enfrentamientos.

Pero, como dije, se me acabó el espacio. Por eso en la próxima columna termino mi lista de desenlaces esperanzadores, en medio del caos y del posible Apocalipsis que muchos prevén.

Eso, claro, si Vargas Llosa no escribe otro artículo en el ínterin.

Fernando Núñez Noda
(@nuneznoda en Twitter)

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