Nos gustan las ilusiones ópticas, en buena medida porque representan una prueba activa de que lo que percibimos no necesariamente “es lo que es”. Creemos además que esta reflexión eventualmente nos conduce a cuestionarnos sobre si hay algo en este universo que realmente sea o si todo forma parte de una percepción, a veces individual y a veces convencional.
En la imagen que hemos incluido en esta nota puedes observar una espiral compuesta por franjas que aparentemente se dividen en dos colores, las azules, y las verdes. De manera complementaria observamos un fondo con dos tonos rosáceos. Pero, ¿nos creerías si te dijésemos que las franjas que aparecen verdes y las que aparecen azules son de exactamente el mismo color? Pues lamentamos contrarrestar la información que tus ojos proveen a tu cerebro, pero así es.
La razón por la que percibimos un color como si fuese otro se determina por los patrones cromáticos que le envuelven. Nuestros ojos tienen entre seis y siete millones de conos, los cuales se concentran en un punto amarillo conocido como mácula. Estos conos miden el color en distintas ondas, en algunas ocasiones interponiendo algunas sobre otras, posteriormente nuestro cerebro compara esas señales de manera antagónica, midiendo las diferencias en ondas que existen entre estas señales. Cuando algunos colores se combinan, el cerebro no puede procesar la información que proviene de los conos y simplemente se confunde.
Para comprobar que ambas franjas que componen la espiral son, en realidad, de idéntico color, puedes utilizar algún programa como Photoshop para medir los valores de ambos. Leerás entonces que están compuestos por Rojo 0, Verde 255 y Azul 150.
Ahora la pregunta inevitable al estilo de los koans orientales: ¿Las cosas son “como son” o son como las percibimos? Es decir, ¿ambas franjas son de igual color aunque nadie las perciba así?
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