Un hombre de 29 años descubrió que «seis a ocho semanas de juego ininterrumpido» (sus propias palabras) es demasiado, jugó hasta que su pulgar se rindió y cuando acudió al doctor descubrió que había roto su tendón utilizando el teléfono. En su defensa se puede alegar que, gracias a su obsesión podemos estudiar dos cosas.
La primera es que el dolor jamás llegó mientras estaba jugando. Esto puede parecer muy, muy, extraño pero es realidad evidencia experimental de algo que ya habíamos teorizado: Los videojuegos pueden jugar un rol en el manejo del dolor clínico y podrían llegar a ser una alternativa para terapias contra el dolor. El dolor apareció en el paciente cuando el tendón ya estaba roto y había dejado de jugar.
Por otro lado, se muestran claramente las posibilidades de adicción que ofrecen los juegos y el estudio plantea una pregunta muy interesante, ¿es posible que ciertas personas se dediquen al juego, obsesivamente, como un método para lidiar con algún tipo de dolor crónico? El hombre no ha sido identificado y solamente se conoce como un «diestro de 29 años con dolor crónico y perdida de movimiento» requirió una cirugía para reconstruir el tendón, es un caso aislado -aparentemente- pero es un caso que nos puede ayudar a plantear preguntas duras para la medicina y los videojuegos.
Fuente: [fayerwayer.com]