El miércoles pasado el futuro presidente de la república, Henrique Capriles Radonski, fue muy claro en su compromiso para con el pueblo de Venezuela y en especial con los anzoateguienses, él con su verbo pausado y didáctico, con su fe inquebrantable en el porvenir de la nación y de su gente, aseveró que trabajará al llegar al Palacio de Miraflores para construir escuelas, hospitales y casas para todos por igual, haciendo efectivo el hecho de que el petróleo es de y para los venezolanos.
Anzoátegui es una tierra petrolera la cual debe ver retribuido sus riquezas en obras que beneficien a la gran mayoría de la población, y ese es el camino que defienden y trazan con sus acciones tanto el conductor del autobús del progreso, Henrique Capriles Radonski, como el gran titán de la gestión pública, Antonio Barreto Sira.
Hay un camino para el progreso nacional. Hay un camino para que los anzoatiguenses puedan desarrollarse a plenitud, hay una vía para dejar atrás la política de desdén e improvisación que ha dominado lamentablemente la escena nacional y regional en estos lánguidos 14 años de desgobierno y de politización desmedida del que hacer gubernamental.
Los ciudadanos anhelan una gestión diferente, donde el individuo pueda tener acceso libre a una educación que los lleve por la senda del progreso, desean una industria que florezca y que permita a la gran mayoría de los trabajadores poseer un empleo fijo y estable, sueñan, y se hará realidad después de las elecciones de este siete de octubre, con una nación y un estado donde se pueda vivir, donde la seguridad sea norma y no una excepción, donde la paz reine y la anarquía se convierta en un mal recuerdo que nos negamos a revivir.
Anzoátegui lo tiene todo, sólo le hace falta un buen gobierno que dirija el barco estadal hacia un puerto seguro de desarrollo y de inclusión, donde todos quienes trabajamos y luchamos por un futuro mejor tengamos la oportunidad de edificar un mañana digno para un pueblo que brega diaria e incansablemente. Cada día que converso con cualquier anzoatiguense en la cola de un banco, en el transporte colectivo, en la sala de espera de cualquier oficina, me encuentro con el rostro humano de un trabajador cansado por la jornada, con el de una madre que abraza a su hijo como si de eso dependiera su existencia, en la cara de un joven que marcha febrilmente hacia la universidad, y observo en ellos las facciones de quienes claman por doquier por un cambio, veo en esas personas a las que están dispuestas a recorrer el camino del progreso y por ende ya se montaron en el autobús de Capriles y vienen dándolo todo por Anzoátegui al lado de Antonio Barreto Sira.
Por: José Dionisio Solórzano /@jdsolorzano