Algunos piensan que con el despido del dinosaurio político que es Jorge Giordani, el debilitado Nicolás Maduro tendrá las manos libres para iniciar las reformas que el país necesita, a fin de sacarlo de la debacle económica y social incubada en la corrupción y otros grandes males del Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, si desmontamos el largo año de Maduro en Miraflores con un Giordani «ninguneado», comprobamos que no tiene el conocimiento necesario para tomar las medidas que frenen la naciente recesión y que está maniatado, no por la obsolescencia de las ideas de Giordani, sino por su dependencia de los Castro y del chantaje de los grupos radicales que ejercen la violencia exigida por el propio Maduro para permanecer en el poder.
La carta de Giordani publicada en Aporrea al ser despedido como ministro de Planificación, ha desatado todos los demonios en el seno del oficialismo. En 9 páginas relata su estrecha relación con el difunto Chávez y de cómo, juntos, elaboraron los tres grandes «objetivos» de la revolución: 1) sacar del abandono a los grupos sociales «postergados»; 2) desmontar la máquina de poder que tenían instalados (sic) los grupos externos e internos que usufructuaron el excedente petrolero (lo ilustra con la «recuperación» de Pdvsa, de las concesiones petroleras, del BCV, del control del comercio exterior, de la tierra en poder del latifundio y de las comunicaciones públicas), además de «alinear» a las FANB con los intereses populares, y 3) crear un aparato público que en lo productivo dominara sectores clave de la producción. Giordani da una visión idílica de esos 3 objetivos, como si hubieran sido logrados en vida de Chávez, cuando 1) la realidad ya apuntaba a un crecimiento de la pobreza (inocultable hoy), enorme desabastecimiento e inflación que afectan a los más pobres. Recordemos la célebre frase de Giordani al general Lameda cuando este le propuso un plan para acabar con la pobreza: «la revolución necesita que haya pobres para seguir en el poder»; 2) el «desmontaje de los grupos de poder» dio paso a los boliburgueses que asaltaron las reservas internacionales con sus empresas de maletín; 3) el aparato público de producción arrasó con la agricultura e industrias nacionales y exacerbó las importaciones, hasta que se acabaron las reservas y desembocamos en un país endeudado, con hambre, escasez, enfermedades y azotado por el hampa.
Convencer al chavismo radical de que con el dúo Chávez -Giordani el país iba por buen camino, y que el legado del difunto está siendo destruido por Maduro y Rafael Ramírez (con Pdvsa devenida en ente autónomo del poder central) es el objetivo de la carta. En ella acusa a Maduro de «no frenar la corrupción, haber aumentado el gasto público improductivo, de la destrucción del Ministerio de Finanzas, Banco Central y Pdvsa ; de la dispersión del poder y la improvisación de cuadros sin experiencia». Concluye con la frase que ha desatado los demonios en el «madurismo»: «duele y alarma ver una Presidencia que no transmite liderazgo (… ) y la clara sensación de vacío de poder». En síntesis, el dinosaurio Giordani que acabó con las casas de bolsa al poner interventores gansteriles que salieron millonarios, califica al dinosaurio Maduro de corrupto, carente de liderazgo y dilapidador.
«La salida de Giordani desnuda la crisis en manejo de la economía» escribe Salmerón (EU 19-6-14) y así lo demuestran los artículos en Aporrea a favor o en contra de Giordani: «Déjese de contrabandos ideológicos y asuma la responsabilidad que ha tenido en todo lo que ha ocurrido en este país en los últimos 15 años», dice Rodolfo Sanz; Raúl Bracho escribe «La puñalada trapera de Giordani», y Teófilo Santaella cree que «se ha evaporado el legado de Chávez». Es imposible criticar el contenido de la carta sin hacer alusión a la gran crisis que afecta terriblemente a los más pobres: «¿Y la producción nacional? ¿y la inflación? ¿y la devaluación? Y el sistema cambiario? Esa v… no es con Giordani?». Escribe José Gregorio Blanco en Aporrea.
Jorge Rodríguez pide «lealtad ante los días difíciles por venir», mientras Maduro carente de credibilidad , apela a la muletilla del «pueblo» como «vanguardia revolucionaria que no ha sido entendida por algunos escribidores». Al respecto, el muy crítico Nicmer Evans en Aporrea dice que Maduro tuvo a Giordani en el gobierno como un «jarrón chino», la misma función de «decorado» asignada al pueblo.
No hay nada de qué alegrarse porque mientras esta guerra se da entre dinosaurios, la MUD está muda; prohíben la salida del país a María Corina; y Leopoldo, los alcaldes, Simonovis y los estudiantes siguen presos y víctimas de la represión.
Por Marta Colomina
Publicado en Eluniversal.com