El ‘gin & tonic’ consta, como su nombre indica, básicamente de ginebra y agua tónica. El agua tónica contiene quinina, que le da su característico toque amargo. Y la quinina es el alcaloide de la quina, como la cafeína lo es del café, la teína del té y la teobromina del chocolate (de "teobroma", alimento de los dioses, como lo bautizó Linneo).
La quina se extrae de la corteza de un árbol de origen americano, y se usó siempre como febrífugo, no como remedio contra la malaria… porque en América, en las Indias Occidentales, esa enfermedad era desconocida. No así en las Indias Orientales. El agua tónica era, pues, un paliativo para el paludismo. Pero la quinina, como todo buen medicamento botánico, es amarga.
Desde siempre se ha querido contrarrestar esa amargura; contra amargor, dulzor. "Just a spoonful of sugar helps the medicine go down", cantaba Mary Poppins por boca de Julie Andrews, una cucharada de azúcar ayuda a pasar la medicina… Los ingleses no usaron azúcar para hacer más agradable su agua tónica, sino su destilado nacional: la ginebra. Y ahí está el ‘gin & tonic’, una prudente dosis de quinina con un excipiente saborizante que incluye entre sus ingredientes a la ginebra.
Tragar quina
Antes, tragar quina, en sentido literal, no era equivalente a hacerlo en sentido figurado, en el que equivale a "soportar o sobrellevar algo a disgusto". No era motivo de disgusto para los niños españoles de los años sesenta y setenta tomar una copita de vino quinado, que se les daba para abrir el apetito. Sí que tragaban quina, en el sentido académico, cuando lo que se les hacía ingerir era la cucharada de aceite de hígado de bacalao.
Hoy, en España, el ‘gin & tonic’ arrasa. Se ha impuesto, y ha desplazado a los demás combinados y destilados de sobremesa. El cubalibre, que empezó a degenerar cuando se llamó así a la mezcla de ginebra y cola, apenas se ve ya fuera de los botellones y las discotecas masivas. El ‘gin & tonic’, en cambio, resulta adecuado para la sobremesa en un restaurante de lujo, en una terraza de moda, en un bar elegante, ya que tiene un aura de la que carecen otros combinados.
Lo malo es… que de la afición estamos pasando a la sacralización. Se presentan cartas de ginebras, con los más variados aromas añadidos. La ginebra, en este caso el ‘London Gin’, que es uno de los tipos que existen, procede de un destilado neutro, al que se añade nebrina, que le da su aroma característico. La nebrina es el fruto del enebro; a la ginebra no se le pone enebro, que es un árbol, sino nebrina, que es su fruto.
Hay, también, cartas de tónicas, más o menos ‘premium’; la tónica llegó al mercado español en 1959, y le costó lo suyo introducirse. Hoy se nos ofrece todo un abanico de marcas para elegir. En cuanto al ‘gin & tonic’, hay una ortodoxia en su preparación, un ritual que exige desde el tipo de recipiente (vaso grande y fino, tipo sidra, o copa de alto pie y ancho cáliz) hasta el golpe de mango de cuchara mezcladora para agitarlo muy ligeramente, pasando por el tipo y cantidad de hielo, la piel de limón o lima, salvo que se combine copa y ensalada y se decore con pepino… un mundo. Pero un mundo mixtificado.
¿Existe algún bar que prepare el mejor ‘gin & tonic’ de España? La respuesta es no. Un ‘gin & tonic’ es un combinado sin más, le pese a quien le pese.