Game of Thrones ha revelado explícitamente uno de los temas más debatidos desde el inicio de la saga de libros de George R. R. Martin: la ascendencia de Jon Snow, el supuesto bastardo de Ned Stark interpretado por Kit Harington. La Voz de Galicia
Nota: A partir de este momento vienen spoilers.
Jon Snow es hijo de Rhaegar Targaryen y de Lyanna Stark y, a diferencia de lo que muchos de los personajes de Game Of Thrones piensan y de lo que los vencedores han hecho creer, el chico que ha vivido toda su vida bajo el estigma de la bastardía es, en realidad, fruto del amor.
«La rebelión de Robert se basó en una mentira. Rhaegar no secuestró a mi tía ni la violó. Él la amaba. Y ella a él», dice impactado Bran Stark al ver al heredero del Rey Loco y a su tía casarse, visiblemente cegados por el amor.
Pero, ¿quién es Rhaegar Targaryen y por qué debería importarnos?
Decía en su día el rey Jaehaerys Targaryen que la locura y la grandeza no son más que dos caras de la misma moneda y que, «cada vez que nacía un Targaryen, los dioses tiraban la moneda al aire y el mundo entero contenía el aliento para ver de qué lado caía».
En el nacimiento de Rhaegar Targaryen, sin duda, cayó del lado de la grandeza, y en él no se vislumbraba ni un ápice de la locura de su padre o de su hermano mediano, ni siquiera de la soberbia y solemnidad de su pequeña hermana Daenerys.
El carácter de Rhaegar
«El último dragón», como lo apodó Oberyn Martell, era el modelo de caballero. Y allí donde cualquier príncipe exudaba altanería, él demostraba una humildad sin precedentes en alguien de su posición.
Su carácter lo conocía bien Barristan Selmy, que fue lord Comandante de la Guardia Real y posteriormente sirvió a Daenerys hasta que fue asesinado en la quinta temporada de Juego de Tronos. En una conversación con la khaleesi, Selmy le explicaba que a Rhaegar, al contrario de lo que solían decir, «nunca le gustó matar». Lo que a él le gustaba era cantar.
Selmy recuerda ante Daenerys «todas las veces que Rhaegar me hizo ir de la Fortaleza Roja a las calles de Desembarco del Rey». A diferencia de a su maniático padre, al príncipe «le gustaba caminar entre la gente», como un ciudadano más. Y también le encantaba cantarles. «Solía elegir un sitio en la bahía o en la calle de las Semillas», contaba el anciano Barristan, «y empezaba a cantar, como los demás juglares». Y, al igual que ellos, también conseguía unas cuantas monedas.
«En una ocasión se lo dio [el dinero recaudado] a otro juglar que había en la calle. Otra vez se lo dio a un orfanato. Y otra vez nos emborrachamos mucho», explicaba, melancólico, el antiguo comandante de los Capas Blancas.
A Rhaegar le gustaban la música y los placeres de la vida, la gente corriente, y odiaba el juego de tronos, la guerra y la soberbia.
Un hombre que creía en el amor
El príncipe dragón también era un romántico. Y, sin duda, no le faltaban pretendientas. El joven príncipe era el más apuesto de todo Poniente. Tanto, que incluso Cersei Lannister, que a lo largo de su vida solamente había tenido ojos para su hermano gemelo, se sentía profundamente atraída por él.
Presente en el famoso torneo de Harrenhal, Meñique recordaba ante Sansa cómo las chicas «se reían cuando [Rhaegar] se quitó el yelmo y vieron el pelo plateado y lo apuesto que era».
Pero, a pesar de su fe en el amor romántico, Rhaegar fue obligado a un matrimonio concertado por razones meramente políticas. A su padre Aerys le interesaba reforzar sus relaciones con el principado de Dorne, una de las provincias más incontrolables de todo Poniente. Y, contradiciendo lo esperado, que era casar a su heredero con Cersei Lannister, la hija mayor de su Mano del Rey (Tywin) y de una de las familias que mayor apoyo monetario le daba a la Corona, Rhaegar acabó desposándose con Elia Martell.
Elia era una mujer seductora y atractiva, y tuvo con ella dos hijos (asesinados durante la Rebelión de Robert). Pero la dorniense no era el verdadero amor de Rhaegar. Ese puesto estaba reservado a Lyanna Stark, hermana del bueno de Ned. Algo que quedó patente en el torneo de Harrenhal.
«Lord Whent celebró un gran torneo en Harrenhal», le explicó Meñique a Sansa en las criptas de Invernalia en la sexta temporada de Juego de Tronos, «Los dos últimos jinetes eran Barristan Selmy y Rhaegar Targaryen. Cuando Rhaegar ganó, todos aclamaron al príncipe». Pero en la celebración del premio, sucedió lo inesperado. «Pasó de largo ante su esposa, Elia Martell, y todas las sonrisas murieron. Nunca había visto tanta gente tan callada», recordaba Petyr Baelish ante la estatua en honor a la Stark, «pasó ante su mujer y depositó una corona de rosas invernales, azules como la escarcha, en el regazo de Lyanna».
Los sentimientos de Rhaegar estaban claros. Pero había varios problemas. Él ya estaba casado, y ella, comprometida con un todavía joven Robert Baratheon, quien la amaba.
Fue entonces cuando pasó lo inesperado. «El Rey Robert tenía que casarse con ella», contaba Arya en los inicios de Juego de Tronos, «pero Rhaegar Targaryen la secuestró».
O al menos, esa es la versión de los vencedores tras la Rebelión de Robert.
La realidad es muy diferente. Rhaegar y Lyanna, presos de sus compromisos políticos, decidieron huir juntos. «Mi hermana [Elia Martell] amaba a Rhaegar», le explicaba Oberyn a Tyrion antes de la boda de Joffrey en Juego de Tronos, «y el hermoso y noble Rhaegar la abandonó por otra mujer».
Rhaegar Targaryen dejó a su esposa y a sus dos hijos, Aegon y Rhaenys, en Rocadragón, y huyó con Lyanna Stark a Dorne. Allí, anuló su antiguo matrimonio concertado y, en una ceremonia secreta oficiada por el septón Maynard, se casó con su amada Lyanna Stark.
La mujer que empezó una guerra
«Robert empezó una guerra para recuperar a Lyanna», creía una joven Arya Stark. En realidad, la rebelión comenzó cuando el padre y el hermano mayor de la joven Stark le pidieron al Rey Loco que les devolviera a la chica. El monarca, en vez de atender a su petición, los mató de forma cruel. Y, previendo las consecuencias, le exigió a lord Arryn de Nido de Águilas que enviase ante su presencia a sus dos pupilos, Ned Stark (ahora el mayor de los hermanos con vida) y Robert Baratheon, que estaba comprometido con Lyanna.
Jon Arryn se negó y, con esta insurrección, comenzó la que unos llaman la Guerra del Usurpador y otros, la Rebelión de Robert.
Mientras, Rhaegar Targaryen permanecía ajeno al conflicto, viviendo plácidamente en Dorne con su amada Lyanna y concibiendo con ella su primer hijo.
Pero la guerra se recrudeció, y el noble caballero atendió a sus obligaciones filiales y se enfrentó a Robert en la famosa Batalla del Tridente.
Pero a Rhaegar no le gustaba matar. A él le encantaba cantar. Y, durante la pelea, Robert lo asesinó con su maza de guerra. Mientras, los rubíes de su armadura se desprendían y acababan perdidos en el fondo del río.
Muerte en el parto
«Rhaegar yace bajo tierra», les dice Ned Stark a los dos soldados que custodian la Torre de la Alegría. «¿Por qué no estuvisteis ahí para protegerlo?», pregunta, a lo que ellos responden que «nuestro príncipe quería que estuviéramos aquí».
Los caballeros de la Guardia Real protegían el lugar donde estaba la amada de Rhaegar, Lyanna, y el vástago de ambos, Aegon Targaryen, que Ned hará pasar por hijo bastardo suyo, a pesar del golpe para su propio honor que ello supone.
En el lecho de muerte de su hermana le promete proteger al niño que, si se conoce que es un Targaryen, sin duda será aniquilado por los enemigos de los dragones.
«En mis sueños mato a Rhaegar cada noche», le confíaba Robert Baratheon a su amigo Ned Stark durante su camino a Desembarco en la primera temporada de Juego de Tronos. «Lo que le hizo a tu hermana…», lamentaba. La mirada de Eddard Stark hacía ver que él sabe la verdad, que el príncipe dragón nunca le hizo nada que ella no quisiera. Y que, de su amor, nació un bebé varón.
Dos hijos varones, dos Aegon Targaryen
Aunque nadie lo sabía, Rhaegar había dejado un legado: un hijo con Lyanna Stark. Le llamó Aegon, igual que a su primer hijo con Elia Martell. ¿Por qué?
El dragón creía, según explicó el maestre Aemon en el Castillo Negro, que su hijo sería el Príncipe que Fue Prometido. De ahí que decidiera ponerle a su primogénito el nombre del hombre más grande de entre los Targaryen: Aegon el Conquistador, que se hizo con el control de Poniente.
De modo que al concebir otro hijo con la persona a la que verdaderamente amaba, y que conjugaba el hielo y el fuego que mencionaba la profecía, hay quien cree que rectificó y le puso a este segundo hijo el mismo nombre del conquistador, para garantizar que la profecía se cumplía.