Imaginen por un momento lo que sería abrir la boca frente al espejo y descubrir (con horror) que otro ser vivo ha sustituido tu lengua para alimentarse de tu sangre y, no conforme con esto, decide coexistir contigo hasta el final de tus días compartiendo todo lo que quieras comer… ¿Grotesco, no?
Sin embargo, y aunque la situación parece sacada de una película de terror de bajo presupuesto filmada en los años 80’s, si eres pez (y especialmente un pargo lunarejo o un pez payaso) este crustáceo de unos 4 cm de largo podría ser tu peor pesadilla.
Este crustáceo parásito se aferra a la lengua de su anfitrión para alimentarse de la sangre que corre por ella para luego, una vez atrofiada, unirse a sus músculos y pasar a formar parte del cuerpo del pez (el ahora atormentado pececillo podrá moverlo como lo haría con su propia lengua). No causa otros problemas a su víctima y es el único caso conocido de parásito capaz de sustituir con éxito un órgano de su anfitrión.
Este invitado no deseado, perteneciente a la familia Cymothoidae, se agarra a la lengua de su pez anfitrión con sus tres pares de patas delanteras y bebe de la arteria que suministra de sangre a este órgano. Con el tiempo, la lengua se atrofia, así que después el crustáceo se une a los músculos de esta, reemplazándola con su propio cuerpo, y relevando en esa zona la presión sanguínea del sistema circulatorio del anfitrión.
Causa tal fascinación que hay quien lo ha convertido en protagonista de unos dibujos animados