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Un estudio sometió a 13 personas a escuchar 74 grabaciones de sonidos, mientras se medía su actividad cerebral con un escáner de resonancia magnética. La idea era determinar los efectos de los sonidos molestos en el cerebro.
El resultado reveló que el peor sonido es el que hace un cuchillo contra una botella de vidrio, seguido por un tenedor rastrillando un vidrio, y las tiza sobre una pizarra. Ya de imaginarlos dan nervios.
Los escáner revelaron que los sonidos molestos provocaban una respuesta más fuerte en el cerebro que sonidos placenteros, como agua corriendo o el viento. Aunque los sonidos son procesados en la corteza auditiva del cerebro, los sonidos molestos activan la amígdala, una región del cerebro que procesa las emociones. Cuando escuchamos ruidos como el de las uñas sobre la pizarra, la amígdala toma control, lo que nos hace más sensibles al ruido.
Los investigadores determinaron que este tipo de sonidos están dentro de una frecuencia entre 2.000 y 5.000 Hz, rango en que nuestros oídos son más sensibles y que se hace más difícil de soportar. No está claro por qué esto es así, pero los científicos hacen notar que los gritos – sonidos normalmente desagradables – caben en ese mismo rango. Aparentemente sería algo intuitivo o primitivo, como una señal de alarma.
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