Esta mujer bajó 86 kilos y culminó un triatlón ¡Sí se puede!

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En marzo de 2010 descubrí que mi hermana gemela, Bobbette, necesitaba un trasplante de riñón. Con un índice de masa corporal muy por encima de 50, fui descartada como donante.

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En aquel momento, decidí que me volvería una persona saludable cuando ella se recuperara. Decidí que mi cuerpo nunca más me prohibiría hacer algo que quisiera.

Bobbette recibió un nuevo riñón en junio y pudo volver a caminar en septiembre. Era entonces mi turno.

Pesaba casi 175 kilos y, no, no era porque disfrutara comer. Crecí como una niña gorda y la comida fue el mecanismo que adopté para afrontar esa realidad.

Empecé a caminar en septiembre de 2011. Para fines de año, comencé a elegir mejor mis comidas. En enero de 2012, me uní a un club local, donde empecé a tomar clases acuáticas como hydrorider (bicicleta bajo agua).

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Hacia junio de 2012, ya había bajado a 150 kilos. Una de mis mejores amigas, Anje, se ofreció a ayudarme a perder incluso más peso. Descubrió rápidamente que me gustaban los deportes y que deseaba ser una atleta. Ideó entonces un plan para perder peso por etapas y al final de cada una, cumpliría alguna hazaña atlética.

Al finalizar la primera fase, correría una carrera de 5 kilómetros sin detenerme. La segunda etapa fue una media marathon. Para la tercera, me sugirió participar de un triathlon. Recuerdo que me reí en su cara y le dije que estaba loca.

El destino tenía otro plan. Una mañana escuché a Jeff Dauler en “The Bert Show” contar cuál había sido lo mejor de ser parte del equipo de CNN Fit Nation 2012. Lo que aprendió fue que “en tiempos de transición, debes seguir avanzando. No importa cómo lo hagas mientras vayas para adelante”.

Ese año fue un tiempo de transición para mí y, para “seguir avanzando”, sabía que debía unirme al equipo de CNN Fit Nation 2013.

En la Navidad de 2012, recibí el mejor regalo de mi vida: un mensaje de Facebook de un productor que decía que CNN me había contactado. Sabía que esto sería algo grande.

“Sorpresa, bienvenida y felicitaciones…”

Cuando escuché esas palabras del doctor Sanjay Gupta, inmediatamente grité y me puse a llorar. Finalmente tenía un equipo y participaría de un triatlón en nueve meses.

El mayor obstáculo para mí fue el ciclismo. Siempre me había costado y me daba terror el solo hecho de pensar en una bicicleta. Para el viaje de mitad de entrenamiento que hicimos a Clermont, Florida, había mejorado pero seguía odiándolo.

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Con apenas dos palabras, mi entrenadora April Burkey logró convertirme en una ciclista durante ese viaje. Logró, además, sanar varias heridas emocionales. Llegamos al borde de una colina y me dijo: “Déjate ir…”

En aquel momento, se refería a los frenos, pero habíamos pasado el día entero hablando sobre mi autopercepción. Como los frenos en una bicicleta, me aferraba con mucha fuerza a las personas, palabras y situaciones que me habían lastimado y a preocupaciones sobre cosas que no podía controlar.

Cuando llegó el momento de la Nautica Malibu Thriatlon, ya no tenía miedo. No tenía dudas de que iba a terminar la carrera. Estaba tan emocionada y agradecida por vivir el sueño de ser parte de un equipo. Había perdido casi 90 kilos y me sentía saludable y feliz como nunca lo había sentido.

Durante el recorrido, las palabras de aliento con mis compañeros fueron permanentes. No importaba quién terminara primero mientras todos llegáramos al final. Sentí que finalmente pertenecía. Nunca me sentí tan libre y tan confiada en mi vida como cuando levanté los brazos en el aire al cruzar la meta.

El 8 de septiembre de 2013, en Malibu, hice a un lado todas las palabras y las acciones que me hirieron y me persiguieron desde niña. Dejé de ser la mujer triste y poco saludable que fui durante años. Pude “dejarme ir”.

Ahora, lo único que puedo hacer es seguir avanzando.

[Fuente: cnn.com]

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