«Ese Long Island Iced Tea que me tomé en Los Pueblos de Panamá», por @MarijoEscribe

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carnet twittorienteUn correo electrónico invitándonos a conocer el apartamento modelo de un proyecto inmobiliario que aún está en construcción nos motivó a salir de casa. Después de una mañana extrema de rinitis alérgica y labores de limpieza nivel Cenicienta, decidí hacer caso omiso a cada uno de los músculos de mi cuerpo; que se habían puesto todos de acuerdo para pedirme (al mismo tiempo) que me acostara a dormir hasta la mañana siguiente. Así que al mejor estilo de Gloria Trevi, “me vestí de reina, me puse tacones, me pinte y era bella”.

Después de rodar y rodar (y contar unas ocho sucursales de pollos Pío Pío), llegamos a la obra. Por el tamaño del área y la impresionante maquinaria que se divisaba a lo lejos, tenía la sensación de que el capataz era el mismísimo Optimus Prime. Las columnas de dos imponentes torres de 184 apartamentos cada una se levantaban desafiantes junto a la agitada calle, en la que decenas de “diablos rojos” danzaban la melodía de cornetas estresadas y motores agitados.

Llegar a la oficina de ventas y pasar al apartamento modelo fue como participar en la precuela de “Volver al Futuro”. Entramos a un universo paralelo donde el exterior se convirtió en la referencia de una galaxia muy, muy lejana; y recorrimos una especie de maqueta en tamaño real, construida dentro de un tráiler que ¡hasta los balcones y la terraza tenía!

Como mi esposo y yo somos de esos que dejamos huella por donde pasamos, le dejamos a la vendedora un trauma psicológico que probablemente le durará un par de meses. La joven, súper educada, amable y atenta, quedó como pajarito en grama cuando nos escuchó comentar que en Venezuela los apartamentos de categoría similar a estos, los vendían en “obra gris”.

Estamos hablando de un conjunto residencial ubicado en una zona que no es mala, pero no está cerca de ser la mejor de Ciudad de Panamá. Las unidades habitacionales, de 2 y 3 habitaciones, los entregan hasta con los closets hechos, amén de todas las puertas, completamente amoblado, pintura final, piezas de baño con sus accesorios, muebles de cocina, etc.

Por supuesto que la amable vendedora, que al principio no entendía como en una potencia petrolera como Venezuela se vendía un apartamento con los piquitos de cemento mal batido expuestos sobre el piso; terminó de quedar en estado de shock cuando supo que, para comprar el cemento y las baldosas necesarias para hacerlo medianamente habitable; había que hacer largas colas y venderle el alma a una mafia con un entramado de clanes de poder más complicado que el de Vito Corleone.

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Al salir de allí decidimos rodar más hacia el este de la ciudad rumbo a Los Pueblos, un centro comercial de galpones enormes lleno de outlets (sobre un área de 22 hectáreas) donde nos sorprendió una oferta de 50% de descuento sobre el precio ya rebajado de una tienda por departamentos llamada Félix Maduro (estoy segura que no tiene nada que ver con cierto mandatario latinoamericano).

Después de dos horas de demonios capitalistas desatados que nos hacían probarnos prendas de Kenneth Cole, Susan Miller, Tommy Hilfiger, Levi’s, Calvin Klein y otras marcas; mi amado y yo salimos del local con dos bolsas. Una enorme como de ocho kilos y una pequeñita como de medio kilo, que por cierto era la mía.

Recorrimos parte del centro comercial para ver qué otras cosas tenía para ofrecer y descubrimos que la cantidad de mega tiendas con mercancía de descuento es impresionante. Sin embargo el hambre tocaba a la puerta y como al llegar habíamos visto un “TGI Fridays” estábamos antojados.

Llegamos al restaurant. Nos atendió una joven súper simpática que apenas me vio me ofreció un “happy hour” de Long Island Iced Tea. Como era la primera vez que me animaba a probar el popular mixed drink creado en Nueva York por Robert Butts, no presté atención a su discreta precepción sobre mi “borracha face”. Además, el trago estaba delicioso.

La mezcla de vodka, ginebra, ron blanco, tequila y triple sec hizo maravillas por mi rinitis alérgica, así que cuando llegaron las Jack Daniel’s Glazed Ribs pude disfrutarlas con todo su sabor. Solo puedo decir que valió la pena ensuciarme las manos. No me perdono no haber probado semejante manjar antes.

Llegó la hora de volver a casa. Desde que alquilamos el carro de @MueveteCars hace varias semanas, sintonizamos una emisora de radio que nos gusta y no la hemos cambiado por nada del mundo, a pesar de que el jingle de Mayonesa McCormick suena unas 68 veces al día. Sin embargo la música es buena y las canciones de rock ochentosas nos hicieron entretenido el regreso. Nada como una canción de INXS para transformar un tranque panameño en una experiencia religiosa.

Antes de llegar hicimos nuestra respectiva parada obligada en el supermercado El Rey de vía España. Como si se tratara de un hechizo, no hay manera de entrar a ese lugar a comprar una sola cosa (que es la única que necesitas en ese momento), sin dejarte arrastrar por el deseo de recorrer todos los pasillos una y otra vez.

Así que, mientras tarareábamos “la frescura Rey, es economíaaaa” terminamos comprando hasta un desinfectante anti humedad en spray (nos tardamos porque no podíamos decidir qué aroma escoger), cuando solo íbamos a buscar una simple Coca Cola Zero.

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Por fin en casa. Abro la laptop para sentarme a contarles esta historia mientras recuerdo el apartamento modelo que parecía sacado de un capítulo especial de The Twilight Zone y a la amable vendedora que dejamos traumatizada, mientras busco en Google “cómo hacer un Long Island Iced Tea”.

Recuerden que si están pensando en mudarse a Panamá, pueden contactar a mi esposo (su username en Twitter e Instagram es @EnriqueVasquez) a través de este link, quien estará gustoso de ayudarlos, asesorarlos y hasta de conseguirles un abogado de migración (sin cobrarles por la asesoría).

Y por cierto, no olviden seguirme en Twitter y en Instagram: @MarijoEscribe

[Fuente: Marijo.es]

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