Equivocarse es humano, y rectificar divino… Y además va “divinamente” para la memoria, porque ayuda a recordar. Eso sí,siempre que las equivocaciones no sean muy disparatadas. Y es que no todos los errores son iguales y aquellos que se quedan muy cerca de la respuesta correcta son los que mejor sirven para potenciar el aprendizaje, según un trabajo publicado en el último número de “Journal of Experimental Psychology”.
La autora del trabajo, Andrée Ann Cyr, una joven psicóloga de la Universidad de Toronto, ha centrado sus carrera en averiguar si cometer errores durante el aprendizaje ayuda o perjudica a la memoria entre los adultos. Y es que, asegura, está empeñada en aplicar los descubrimientos sobre cognición a cuestiones de la vida diaria como el aprendizaje, para hacerle más eficaz.
Aprender de los propios errores ayuda a recordar
Ya en 2012 publicó una investigación que causó sorpresa entre sus colegas, porque comprobó que es más fácil aprender si la información no se ofrece muy claramente y hay que hacer un esfuerzo por adquirirla, aunque de paso suponga cometer errores. Además concluía que esa forma de incrementar los conocimientos, es precisamente el mejor entrenamiento para el cerebro de las personas mayores.
Y es que la creencia generalizada siempre había sido la contraria, que sólo los jóvenes se beneficiaban de los errores cometidos, y que esa ventaja desaparecía con el paso de los años e incluso perjudicaba. Pero el trabajo de Cyr rompió esos esquemas y proponía otras formas asimilar conocimientos más provocativas, que podrían aplicarse también en la rehabilitaciones de personas mayores con alguna patología.
Pruebas de memoria
En este último trabajo, Cyr proporciona nuevas evidencias de que el aprendizaje por “ensayo y error” es el más eficaz para recordar después la información. Algo que funciona en todas las edades, siempre que los errores estén en la línea de la respuesta correcta. Y para demostrarlo reclutó a 65 voluntarios sanos con una edad media de 22 años y otros 64 que rondaban los 72.
Todos los participantes tuvieron que aprender una serie de palabras. Estas se relacionaban entre sí de dos formas. O bien por la categoría semántica a que pertenecía, por ejemplo flores, o por su raíz (por ejemplo, palabras que comienza por ‘ro’). La mitad podían verlas los participantes de inmediato, pero la otra mitad tuvieron que “trabajársela”. Les decían, por ejemplo, es una flor y ellos iban haciendo preguntas, como si se tratase de un juego: «¿Es un tulipán ?. Otra veces la pista era la sílaba de inicio «esta palabra empieza por ro», y ellos iban preguntado ¿es una rosa, una roca, un rodillo?
En una prueba de memoria posterior, se mostraban a los participantes las categorías (flores) o la sílaba inicial y tenían que dar con la respuesta correcta. El objetivo de los investigadores era averiguar si se acordarían mejor de una palabra si habían hecho intentos fallidos de adivinarla durante la fase de aprendizaje en lugar de verla directamente.
Y efectivamente así fue, pero sólo en el caso de que las pistas les permitieran hacer intentos de adivinar la palabra dentro de una misma categoría (por ejemplo, flores). Es decir, si había alguna relación conceptual entre ellas. Sin embargo, cuando la pista se limitaba a indicarles la sílaba inicial, les costaba más recordar. Los resultados fueron semejantes independientemente del grupo de edad (22 o 72 años).
Cyr y sus colegas sugieren que esto se debe a que nuestra memoria organiza la información relacionando conceptos, en lugar de basarse en la información léxica (sílaba por la que empieza). Por ejemplo, cuando se piensa en la palabra pera, es más fácil que la mente salte a otra fruta, como la manzana, que a otra palabra parecida, por ejemplo, paro, por mucho que sea un tema de moda.
En definitiva, los errores cometidos durante el aprendizaje sólo facilitan el recuerdo cuando tienen algo significativo en común con las respuesta correcta. Por ejemplo, confundir un tulipán con una rosa, cuando tratamos de averiguar qué flor es la que huele bien y está en la rosaleda, puede parecer un error garrafal, sin embargo, esa respuesta está conceptualmente cercana a la correcta, una rosa, porque ambas son flores. Acordarnos de ese fallo hace que sea que nos venga a la memoria la respuesta correcta.
Trivial
Esto que parece un poco lioso significa que intentar averiguar cosas en lugar de limitarse a leerlas, es una forma más eficaz de aprender y memorizar. Y recordar algo están en función del esfuerzo empleado en pensar sobre ello y procesarlo. Así se hacen conexiones útiles que ayudan a tirar del hilo del recuerdo llegado el momento. De hecho, en este experimento, todos los participantes, independiente de su edad, eran más propensos a recordar la respuesta si rememoraban sus cábalas erróneas, lo que sugiere que las respuestas fallidas actuaron como facilitadores. «El hecho de que este patrón se dé también en los adultos mayores, demuestra que el envejecimiento no influye en la manera de aprender de los errores”, dice Cyr.
«Estos resultados tienen implicaciones clínicas y prácticas. Cómo la rehabilitación de la memoria en personas mayores sanas. También ofrecen pistas en el terreno de la educación permanente porque suponen una orientación de cómo deberían estudiar las personas mayores», explica la doctora Nicole Anderson, que lidera el estudio.
Así que ya sabe, si quiere ayudar a sus hijos con las próximas lecciones, hágalo en forma de juego. Deles pistas sobre lo que tienen que aprender y que intenten adivinarlo. Algo así como si fuera el Trivial, que por cierto, sirve de repaso muy eficaz de la cultura general. Sin duda será un entretenimiento muy formativo para ellos y también para usted, según este estudio.
Fuente [Abc.es]